Opinión

Jarabe de Palo y la fiscalidad: Según como se mire, todo depende

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Antonio Durán-Sindreu Buxadé /Profesor de la UPF y Socio Director DS Abogados y Consultores de Empresa. Columnista de Ecoley

Hace años definí la inseguridad jurídica refiriéndome al estribillo de la canción de Jarabe de Palo titulada "depende". Escúchenla, por favor, y díganme si no tengo razón. Para los olvidadizos, les recuerdo que su estribillo dice literalmente "depende, de qué depende, de según como se mire, todo depende".

Para quienes no lo recuerden, Jarabe de Palo fue un grupo de rock español liderado por el malogrado cantante, compositor y guitarrista catalán Pau Donés, que, como recordarán, falleció de cáncer en 2020 a la temprana edad de 53 años, tras una larga agonía.

Pero vuelvo al estribillo. ¡Qué razón tenía Pau! Dada su temprana muerte, no tuvo la oportunidad de comprobar la rabiosa actualidad de su estribillo. Si hoy viviera, quién sabe si escribiría una nueva versión inspirada en los impuestos. Sin ir más lejos, los inolvidables The Beatles escribieron ya en su día una mítica canción dedicada a los mismos, Taxman. Se trataba, eso sí, de una canción de protesta por la presión fiscal que en el Reino Unido existía en aquel momento.

Pero volvamos a nuestro compositor hispano. Lo que Pau no pudo imaginar, es que en el mundo tributario la pregunta de su estribillo tiene una respuesta concreta. En efecto. La versión tributaria de su "depende, de qué depende", tiene como respuesta de que existan "motivos económicos válidos".

Se trata de una singular versión, técnicamente considerada como un concepto jurídico indeterminado, que los inspectores de Hacienda, Magistrados, y miembros de los Tribunales Económico-Administrativo, interpretan con suma frecuencia.

Sin embargo, la versión tributaria suena distinta según cuál sea la orquesta que la interprete. Tanto, que interpretaciones tan distintas confunden a los aficionados. No es de extrañar que de joven me insistieran que lo importante es ser fiel a la partitura original, al sentido de sus notas, a sus antecedentes, a la realidad social y económica del momento en el que ha ser interpretada, y al espíritu y finalidad con la que su autor la escribió.

Pues resulta que no. Escuchen, si no, la interpretación que la orquesta del TEAC ha hecho recientemente, el 22 de abril de 2024. Según la crítica, su versión reinterpreta la excelente y muy reciente versión de la DGT que, por cierto, es fiel reflejo de la partitura original. Sorprende, por ello, el poco tiempo transcurrido entre una y otra. Menos de un año. Y sorprende también porque son versiones tan distintas que nadie diría que ambas orquestas son hijas de un mismo director (o directora).

Son, para mí, tan distintas como Wagner y Beethoven. Como Caín y Abel. Quien ha escuchado la versión del TEAC, dice, con razón, que lo novedoso no es el estribillo, sino los arreglos. Sin embargo, para mí, que soy un clásico, el problema es que nos hemos ya olvidado de la versión original de su estribillo.

Este es el problema. Pero dejo de hacer el Quijote y hablo claro. Estamos inmersos en un inmenso caos. La inseguridad jurídica no puede ser mayor. Los contribuyentes ya no saben qué hacer. Hemos llegado a la parálisis. Esta es la realidad que algunos no quieren ver. Si no se lo creen, escuchen a la gente, al fontanero, a la modista, al industrial. Personas que no piensan en defraudar, sino en sobrevivir. En crear riqueza.Claro que existen defraudadores. Pero son una minoría. Es, pues, necesario tratar de forma distinta a unos y a otros. La culpa es de todos, pero muy especialmente, del legislador, y con todos mis respetos, de una parte importante de nuestro cualificado cuerpo judicial.

El mensaje de unos y otros criminalizando la finalidad de ahorro de impuestos, ha calado de tal manera que los magistrados han sustituido el derecho por los motivos económicos válidos. Con contradicciones y manifestaciones que cada uno corta y pega como quiere, descontextualizándolas del caso en concreto y de su versión original. No importa ya la interpretación jurídica. Se ha impuesto la interpretación económica. El "depende de según como se mire".

De la tranquilidad que un Estado de derecho ha de proporcionar a los ciudadanos, se ha evolucionado a la subjetividad de los motivos. A los juicios subjetivos de valor. A las meras opiniones. Al caos. A la inseguridad jurídica. A la muerte del derecho.

Soy radicalmente contrario al fraude y a la elusión. Siempre he dicho que hay que perseguirlos y que el camino para conseguirlo es distinto en uno y otro caso. Hasta no hace mucho, confiaba en la justicia. En el derecho. Pero ya no.

Los mismos profesionales nos hemos divorciado de él cayendo en los brazos de los motivos económicos válidos. Pero ya se ha hecho demasiado daño. Es el momento de plantarles cara y volver al Derecho. A la valoración causal de los negocios. A su interpretación de acuerdo con los hechos "objetivos" coetáneos a los mismos. A abandonar las valoraciones económicas. A centrarnos en su análisis jurídico; causal. A la interpretación jurídica.

Si así lo hacemos, nos daremos cuenta de que los motivos son jurídicamente irrelevantes. Que el abuso del derecho es, sin más apodos, abuso. Que lo causalmente licito, es, sin más, licito. Que si no hay abuso, no hay ilicitud. Que el motivo fiscal es, pues, ajeno a la valoración causal. Que solo el legislador es quien puede reinterpretar la versión original. En fiscalidad, por tanto, los negocios no dependen de cómo se miren, sino de su valoración causal. Recodemos, pues, a Pau Donés por su obra, y que descanse en paz.

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Profesor de la UPF y socio Director de DS, Abogados y Consultores de Empresa.