Opinión

Nucleares e ideologías


    Joaquín Leguina

    La crisis energética actual ha traído consigo un renovado debate sobre las centrales nucleares que, por cierto, no emiten a la atmósfera ninguna contaminación. ¿Por qué, entonces, los llamados ecologistas han conseguido acabar con ellas en media Europa?

    Un señor llamado Francisco Mier, licenciado en Ciencias Físicas, ha sido entrevistado en El Mundo por la gran periodista Emilia Landaluce.

    Francisco Mier ha trabajado en los laboratorios de Vallecito Nuclear Center y Livermore, entre otros. También en la Junta de Energía Nuclear; en 1973 se convirtió en el director de la central de Santa María de Garoña.

    Mier nació en 1941 en el municipio de Cantabria llamado El Astillero. Allí se construyeron muchos de los barcos de la Armada Invencible. En ese lugar, en casa de mis abuelos paternos, tras la muerte de mi madre a mis seis años pasé yo buena parte de mi niñez y adolescencia.

    En dicha entrevista Mier aclara, con mucho cuidado, la barbaridad que se ha perpetrado en España contra las nucleares, barbaridad que empezó, sin retorno, con la paralización de la central de Lemóniz.

    "Los asesinos de ETA crearon un ambiente absolutamente difícil para que pudiera progresar un proyecto de esa categoría, que tenía una trascendencia no sólo regional sino nacional. Las pérdidas que ocasionó Lemóniz fueron cuantiosísimas. El parón de Lemóniz no sólo costó dinero, también la caída de una moral, de ganas de echar al país adelante con una tecnología que es fundamental para el desarrollo de cualquier país moderno, tanto por lo que supone para la energía como por lo que conlleva en tecnología e inversiones".

    En la paralización de la central de Lemóniz jugaron un papel decisivo los asesinos de ETA con sus amenazas y ataques a todos los que trabajaban en su construcción. Pero en Alemania no hubo asesinos que consiguieran el cierre de las centrales. Allí fueron los pacíficos y ruidosos verdes los que chantajearon a los políticos de los grandes partidos para que cerraran las nucleares… y ahora los alemanes de a pie están pagando las consecuencias: múltiples centrales de carbón emitiendo sin parar gases de efecto invernadero y una dependencia insoportable del gas ruso.

    Por suerte, los verdes alemanes de hoy parecen dispuestos a echar al olvido los disparates de los verdes de ayer, pero no pasa lo mismo en España, donde la verde ministra del ramo no quiere ni oír hablar de las nucleares.

    A estas alturas, en cuestiones que tienen que ver con la política energética y el calentamiento global deberíamos dejar las decisiones en manos de científicos no contaminados por ideología alguna.

    En una encuesta reciente (cuyas conclusiones merece la pena leer) realizada en Alemania, Francia, España y Reino Unido y financiada por la Fundación BBVA, se analizan tanto las diferencias entre los cuatro países europeos como entre los ciudadanos de cada uno de ellos, en función de variables sociodemográficas (sexo y edad), cognitivas (educación formal, nivel de cercanía y nivel de conocimiento científico) y variables ideológicas (la autoubicación política y la religiosidad).

    De su lectura queda claro que los ciudadanos perciben que los científicos son un grupo profesional "altamente confiable", sin apenas reservas en la población adulta en todos los países analizados (6,9 de media en una escala del 0 al 10), con los españoles destacando entre los que expresan las puntuaciones más altas (7,1).