Opinión: El conflicto catalán, Pedro Sánchez y el arte de lo posible
Juan Carlos Giménez-Salinas
Han debido transcurrir muchos años para que el llamado procés iniciara la senda de una nueva etapa de índole político, y el gran período transcurrido desde sus inicios, allá por el año 2010, dejara de producir, entre los propios catalanes y entre catalanes y españoles, posturas irreconciliables.
A pesar de que muchas personas puedan pensar, gentes tanto de la derecha como de la izquierda de toda España, que los catalanes rebeldes han vencido después de haber incumplido muchas leyes y haber sido condenados por los tribunales; a pesar de que muchos catalanes todavía esperan, de un modo romántico e ilusorio, su independencia; a pesar de que cualquier pacto que contradiga este objetivo piensen que se halla promovido por traidores catalanes; a pesar de todo ello, hoy se vislumbra el principio del fin de una etapa convulsa y perjudicial para la dos partes en conflicto.
Hoy se vislumbra el principio del fin de una etapa convulsa y perjudicial para la dos partes en conflicto
La oportunidad apareció cuando Pedro Sánchez promovió la moción de censura a Mariano Rajoy, presidente del Gobierno en aquellos momentos, y precisaba de todos los votos de los diputados catalanes para conseguirla. En aquel momento apareció la política, el llamado "arte de lo posible" y tanto a ERC como a la antigua CiU, desde su debilidad en aquellos momentos, les sonaron bien aquellas propuestas formuladas por aquel ambicioso, hábil y desideologizado político que solamente deseaba alcanzar la Presidencia del Gobierno y el poder que conlleva aquel cargo.
Han existido desde entonces múltiples y largas etapas que han conllevado negociaciones, silencios, cesiones y presiones de todo tipo, pero han conducido a un afianzamiento político de las dos partes principales que han negociado, el PSOE y ERC.
También ha producido otro efecto: con independencia de todos lo matices que se han producido a lo largo de estos tiempos, de todas las posturas y argumentos de las diferentes fuerzas políticas respaldadas por sus respectivas ideologías y estrategias, el pacto conlleva la normalización de la sociedad y un relajamiento de las pasiones.
Con ello no quisiera decir que el problema catalán se encuentre resuelto, porque como Ortega y Gasset, pienso que es irresoluble y aflora de un modo intermitente cada dos o tres generaciones, pero sí ha influido para apaciguar, ralentizar y relegar a un segundo plano el problema.
Se advierte que la tensión y violencia vividos, las pasiones desatadas, la frustración y la animadversión generadas, lentamente, se diluyen, reemplazadas por nuevos y acuciantes problemas de índole diversa.
Al vivir en democracia, los ciudadanos tenemos la posibilidad de refrendar o rechazar las decisiones de nuestros políticos y en el caso de que no las consideremos convenientes, relegar a los políticos de turno y sustituirlos por unos nuevos.
Estos acuerdos, reflejados en las nuevas normativas pendientes de su aprobación estos días, consolidarán a Pedro Sánchez y a ERC frente a sus respectivos votantes o bien los debilitarán.
Estos temas son muy sensibles y los mismos partidos que apoyan los acuerdos se encuentran divididos. La ciudadanía, tanto en Cataluña como en España, deberá votar en unas elecciones para conocerse su parecer.
A pesar de todas las incógnitas y de los riesgos que asumen los políticos para llegar a acuerdos, siempre es mejor una actitud positiva, un actuar frente a los problemas, un arrojo para enfrentarse a una circunstancia peligrosa, que una actitud pasiva, una carencia de iniciativa, un dejar que los problemas se pudran o bien que el tiempo sea quien arregle cualquier eventualidad incómoda.
A partir de ahora, tanto Cataluña como España deben pensar que navegan en la misma embarcación y que los problemas, que siempre los habrá, deben resolverse en una mesa de negociación porque, en un país civilizado, la fuerza bruta solamente conduce a la tragedia. Lo comprobamos cada día en esta guerra europea cercana.
Los problemas, que siempre los habrá, deben resolverse en una mesa de negociación porque, en un país civilizado, la fuerza bruta solamente conduce a la tragedia
Todo ello será más fácil si no aparecen políticos como el curial Oriol Junqueras, que por celos o protagonismo desea calentar el ambiente sin que todavía se haya enfriado, diciendo que convocará un referéndum unilateral porque no está penalizado. Con políticos negociadores todos viviremos más tranquilos.