Revisar la historia económica: volver a la industria sustitutiva de importaciones
Fernando J. Santiago Ollero Presidente del Consejo General de Colegios de Gestores Administrativos de España
Madrid,
Ponía de manifiesto nuestro Barómetro de los gA correspondiente al mes de marzo pasado que, en los últimos meses, se habían creado 90.000 nuevos negocios de empresarios que habían perdido el anterior que tenían durante la pandemia o a consecuencia de ella. Y se trata de un dato relevante que da idea de lo que es España: un país de emprendedores.
Y, si me lo permiten, diría que se trata también de un país de valientes. Porque lanzarse a la piscina sin saber cuánta agua tiene, casi con los ojos cerrados, es un ejercicio de confianza en el propio entorno que tiene mucho mérito. Y tiene usted razón, en algunas ocasiones también de desesperación.
Permítanme echar una pequeña mirada retrospectiva, pues revisar la historia puede ayudar a mejorar el futuro. Según numerosos estudiosos economistas de nuestra depresión post Guerra Civil, cuatro fueron sus causas: la crisis energética, la escasez de materias primas y bienes intermedios, la caída en la productividad del trabajo y las políticas aplicadas. ¿Les suena? Lo dicho, la historia se repite.
No voy a hacer un tratado de historia económica de España, no me compete a mí, pero sí que voy a subrayar uno de los elementos que supuso revertir la curva de caída y convertir a España en un ejemplo de superación. La creación de una industria sustitutiva de importaciones, apoyada en emprendedores con ganas de avanzar, fue uno de esos elementos potenciadores.
La falta de industria ya se analizó como una de las causas de que en España la crisis financiera fuera más profunda que en otros países que sí gozan de un aparato productivo más potente. Según los expertos, el empleo industrial es más estable y de mayor calidad que el de servicios o el de construcción. Revisemos, por ejemplo, los datos de empleos desaparecidos como consecuencia del pinchazo de la burbuja inmobiliaria.
La deslocalización de fábricas en países con menores costes laborales, energéticos y logísticos ha dejado nuestro país en una situación muy vulnerable y con una capacidad de recuperación muy diferente a la de nuestro entorno. Por eso, en la agenda de Gobierno, oposición y agentes sociales debería estar en primer lugar la recuperación de un nivel adecuado del peso de la industria en el PIB (sin bromas, que también se puede crecer disminuyendo en denominador…).
Si vuelvo al primer párrafo, estoy convencido que en España contamos con un espíritu emprendedor (o empresarial, lo que prefiera el lector) suficiente como para incrementar la actividad empresarial. Pero hay que empezar mejorando las condiciones o facilitándolas para crear industria; reduciendo la burocracia, incentivando su creación, facilitando perfiles técnicos desde la Formación Profesional y la Universidad. Y, si las cosas no van bien, que la salida no sea un laberinto del que resulta imposible salir. Porque un emprendedor está dispuesto a apostar parte de su patrimonio en una aventura de este tipo, pero no puede comprometer el resto de su vida porque las cosas no hayan ido bien.
No me he olvidado, financiar con líneas de préstamos con condiciones blandas y avales públicos resulta básico también. Crear industria no cuesta lo mismo que habilitar un despacho en casa para ofrecer los servicios profesionales. Es obvio que la aportación del emprendedor también debe ser mayor, pero parece imprescindible que el apoyo institucional y bancario sea igualmente más potente.
Entidades locales y autonómicas deben, asimismo, ofrecer facilidades para la instalación de industria en su entorno. Proliferan ciudades tecnológicas, innovadoras, que se basan muchas veces solo en la aplicación de nuevas tecnologías a la oferta de servicios profesionales, o al desarrollo de software, poco intensivo en mano de obra. Es preciso también volver a generar polígonos industriales con condiciones de acogida realmente atractivas.
Muchas son las naves que se han quedado abandonadas en los últimos 15 años. El Sareb puede ser uno de los mayores tenedores de estos activos, en definitiva, el Estado. Si es así, lo tenemos fácil. A menudo se habla de facilitar a los jóvenes viviendas desocupadas, a precios sociales. Y me parece muy oportuno que hablemos también de cesión de naves de forma generosa, al menos hasta que la industria allí instalada empiece a funcionar adecuadamente.
Hay que establecer una hoja de ruta que indique qué industria es prioritaria en este momento, e incentivar ésta por encima del resto. Una industria sustitutiva de importaciones puede volver a permitirnos arrancar con fuerza un desarrollo potente en nuestro país. Tenemos los elementos: personas, naves, capacidad de innovación… necesitamos convencer a nuestros emprendedores para que no piensen en modelos de servicios profesionales o pequeños negocios, y que se planteen la creación de industrias de mayor tamaño, eso sí, con un apoyo cierto y consistente de nuestras Instituciones.