Opinión

Hagan juego


    Joaquín Leguina

    No sé si es cosa de la globalización o del afán invasivo propio de los seres humanos, pero últimamente, sin que uno se dé cuenta y como ocurría con esos insectos llamados langostas, de repente aparecen las plagas. Ejemplos: los pisos dedicados al turismo barato, que están expulsando a muchos inquilinos de los centros urbanos, los patinetes y las motos que invaden las aceras… y las salas de apuestas (más de 3.000 en toda España).

    Un reportaje reciente contaba que en la Avenida de la Albufera, en la antigua carretera que salía de Madrid hacia Valencia y que hoy es una vía urbana en el popular barrio de Vallecas, en apenas 250 metros de calle hay 10 sa-lones de juego. ¿Y qué había antes en esos locales? Pues pequeñas tiendas de barrio, que daban un servicio imprescindible y que hoy se las ha tragado la tierra, es decir, los grandes almacenes.

    La reportera, Silvia Hernando, describía así la en-trada en uno de esos chiringuitos: "Allí se agolpan varios hombres. Un par de ellos charlan mientras comparten una lata de cerveza. Otros tres parecen tan jóvenes que lo primero que pasa por la cabeza es que deberían encontrarse en un instituto a estas horas… Dentro se distinguen tres espacios, donde se reparte una quincena de personas, la mayoría varones. Uno, donde la gente sujeta vasos de papel con monedas, está poblado por tragaperras. Otro lo preside una ruleta rodeada de un grupo que fuma cargando el espacio de humo, maquillado con un dulzón ambientador de fruta. En el tercero se despliegan terminales de apuestas deportivas, que recuerdan a las máquinas recreativas, y televisores que retransmiten partidos."

    Hay 833.000 cuentas activas cada mes y en ese pequeño lapso de tiempo un millón y medio de jugadores acude a esos "antros de perdición". En efecto, la adicción a las apuestas se ha convertido en una auténtica plaga. Esta enfermedad, la ludopatía, no usa ninguna sustancia tóxica como ocurre a otras adicciones, pero conduce igualmente a la ruina. Los datos suministrados por Silvia Hernando son apabullantes. Por ejemplo, en el caso de las apuestas deportivas el 88 por ciento son varones y el 56 por ciento menores de 34 años.

    "Los hombres suelen buscar el dinero y la excitación, mientras que las mujeres juegan por soledad", señala Sandra Cuevas, psicóloga de Ajupareva, en Valladolid. En alguna terapia, los varones han recriminado a las mujeres que dejaran solos a sus hijos cuando iban al bingo.

    No es de extrañar que asociaciones de pa-dres hayan puesto el grito en el cielo, preocupados porque esa invasión pude afectar -y muy gravemente- a los escolares españoles. Está además una agresiva publicidad, que utiliza a gente mediática para su promoción: "Vive, vive, vive. Apuesta, apuesta, apuesta".

    En 2018 hubo 335.000 inserciones publicitarias de este tipo.

    Sin embargo, las empresas de apuestas se quejan -y quizás con razón- de que tampoco las apuestas públicas y las de la Once juegan siempre limpio.

    José González, de Luckia, se defiende así: "Esta es una actividad totalmente regulada y nos preocupa que se nos trate con diferente rasero. El juego público hace promoción con niños cantando la lotería, e incluso tiene un sorteo del Niño, y nadie se escandaliza…"