Opinión

La hora de la oficina de familia


    Alejandro Martínez Fuster

    A veces oímos hablar de la baja cultura financiera española, y algunos datos lo refrendan. Por ello no ha de sorprendernos que haya soluciones financieras que son de uso común en el mundo desarrollado pero que apenas se conocen en nuestro país, y entre ellas los ETFs, el crowdlending o las oficinas de familia. Un sector aún por descubrir y que repunta por la mayor atención de los millones de ciudadanos preocupados por cómo gestionar sus finanzas que, en las actuales circunstancias sociales, se presentan cada vez más complejas.

    La altísima bancarización de nuestro sistema tiene mucho que ver, dificultando el desarrollo de nuevos canales y productos para financiarse o invertir, y las oficinas de familia no son un caso especial. Existen dos tipos de oficina de familia, la más habitual o multi family office y la oficina única o single family office. ¿Cuál nos interesa?

    La oficina única se organiza alrededor de una sola familia, con un equipo profesional dedicado a un solo patrimonio de gran volumen, normalmente por encima de los 500 millones de euros. Por su visibilidad, en España pondríamos como ejemplo a Omega Capital (Koplowitz), Pontegadea (Ortega) o Torreal (Abelló), entre muchos otros.

    El multi family office es el enfoque complementario. Un equipo de profesionales trabajando para distintos grupos familiares, normalmente a partir de 3 millones de euros. De esta forma, patrimonios más pequeños son capaces de aprovechar oportunidades de difícil acceso y de tener el mismo servicio que patrimonios diez veces mayores, y además con costes muy reducidos.

    Pero ¿qué servicios se prestan en una oficina de familia? Las inversiones y los servicios suelen recaer en tres áreas: financiera, empresarial e inmobiliaria. El área jurídica es transversal, apoyando cada decisión de las anteriores. El patrimonio se dirige de forma global, las decisiones se evalúan en conjunto y de cada área se aprovechan sus fortalezas. Y este enfoque es un gran desconocido para el cliente español, que pocas veces se ha encontrado con esta figura.

    Y es que, en pleno siglo XXI, las inversiones financieras en España aún se asocian a la banca, en lugar de a un equipo independiente. Las participaciones empresariales pocas veces se tratan como parte del patrimonio, aunque lo son. Y las inmobiliarias tienden a ser azarosas, evaluadas a medida que aparecen en lugar de salir a buscar lo que previamente hemos decidido. Quizá le suene a hacer la compra sin lista, porque es exactamente lo mismo.

    Pero para la oficina de familia, las tres áreas forman parte del patrimonio y han de alinearse con los objetivos del cliente. Tanto para financiarse como para invertir, desinvertir o reorganizar, las herramientas no acaban en la banca: fondos de deuda, inversores privados, fondos inmobiliarios, private equity,... Todas las opciones están abiertas. Y aunque el mercado sea inmenso, la compra siempre hay que hacerla con lista.

    De esta forma, al igual que los grandes family offices privados capean mejor los temporales y aprovechan mejor las bonanzas gracias a su equipo y a la diversificación que les proporciona, las oficinas de familia aportan esa misma diversificación y equipo a inversores más pequeños, que se apoyan en la fortaleza del conjunto, y empiezan a tener un patrimonio invertido estratégicamente.

    El resultado es claro. A medida que los clientes van contratando con oficinas de familia, el concepto de inversor se democratiza y la dependencia de la banca se reduce, con lo que los resultados son mejores en las malas épocas y en las buenas. Y, poco a poco, la economía en España y sus participantes se vuelven más de este siglo.