Opinión

España calzará a Japón en menos de 10 años

    Imagen: Dreamstime.

    Antonio Fagundo

    España es, junto con Italia, el principal productor de calzado de la Unión Europea. Según datos del INE de 2018, en España existen unas 1.430 empresas productoras de calzado de calidad, que emplean a más de 25.000 trabajadores. Este es un dato halagüeño para la economía española, puesto que la fabricación de este tipo de producto se ha convertido en uno de los motores generadores de liquidez necesarios para salir de la crisis económica. Supone ni más ni menos que casi un 1% del PIB nacional.

    Es cierto que, según los estudios que se han realizado en 2018, España está muy lejos en lo que respecta a producción total si la comparamos con países como China, India, Vietnam o Indonesia. Pero también es verdad que nuestro factor diferencial es otro: España es, de nuevo junto a Italia, líder mundial en la producción y exportación de calzado de calidad.

    Ese detalle, líder mundial en producción y exportación de calzado de calidad, es un dato que no se le ha escapado a Japón. Que grandes firmas como Pierre Cardin, Louis Vuitton o Stuart Weitzmann fabriquen su calzado en España no es casualidad.

    Nuestro país generó 40 millones de euros en ventas de zapatos exportados al país nipón

    Japón no es uno de los principales países consumidores de calzado, pero sí es un país muy exigente en relación con la calidad del zapato. Y, lo más importante, es un país rico, con mucho dinero para gastar.

    Hemos visto que los principales productores de calzado del mundo son países asiáticos. Sin entrar a valorar en detalle la calidad de la producción asiática, no podemos olvidar que todo lo made in Asia tiene un halo de baja calidad o de producto falsificado. Y Japón huye de eso. El cliente japonés no quiere marcas japonesas ni marcas asiáticas: las asocia a productos falsificados. Los nipones tampoco quieren marcas americanas. Buscan calidad y lujo, que es un concepto inventado por los franceses, engrandecido por los italianos y en el que España ha logrado meter la cabeza. Los japoneses quieren zapatos de marcas europeas. Y si son de lujo, de alto precio, o tienen un carácter distintivo que les permite tener cierta exclusividad, mejor que mejor.

    En 2017, España generó casi 40 millones de euros en ventas de zapatos exportados a Japón. Y aquí viene el dato importante: a los 40 millones hay que añadir un 30% más que se quedaban en concepto de aranceles. Los japoneses pagaron, por lo tanto, 12 millones adicionales en impuestos. ¡Sí!, Japón grava con ese altísimo porcentaje la importación de zapatos de cuero desde la Unión Europea. Una verdadera locura que solo puede soportar el tercer país más rico del mundo (según el Fondo Monetario Internacional).

    La UE ha aprobado un acuerdo de libre comercio con Tokio que suprime las barreras arancelarias 

    Para más de 1.400 empresas españolas productoras de calzados esto supone un verdadero hándicap, porque se está discriminando al consumidor japonés en relación con el consumidor europeo. Es decir, sin contar con los gastos de envío, un consumidor japonés pagará directamente un 30% más que un consumidor europeo de zapatos, cada vez que haga una compra, ya sea una adquisición online (para el consumidor final), u offline (para el distribuidor).

    Japón es consciente de ese desequilibrio y por ese motivo comenzó una negociación en 2013 con la Unión Europea, para firmar un acuerdo de libre comercio, que se cerró en 2017, y que entró en vigor este mes de febrero de 2019.

    Para las empresas que exportan zapatos a Japón este acuerdo es motivo de celebración, porque plantea la eliminación total de los aranceles (al recortarlos del 30 al 0%), en un plazo de 10 años. Eso quiere decir que, dentro muy poco tiempo, un japonés podrá entrar en la página web de la empresa de quien suscribe este artículo, comprar un zapato para ser 7 centímetros más alto, recibir un zapato europeo de calidad en Japón y no tener que pagar un 30% extra de aranceles aduaneros.

    Para las empresas que vendemos calzado en Japón esto supone poner al consumidor europeo y al consumidor japonés en idénticas condiciones, eliminando la discriminación creada por las políticas proteccionistas de algunos estados. Como dice la propia Unión Europea, con este acuerdo se suprimen obstáculos y se envía al resto del mundo una señal inequívoca de que dos de las mayores economías re-chazan el proteccionismo, en clara referencia a las políticas arancelarias promovidas por los Estados Unidos de América de Donald Trump.

    Este tratado de libre comercio supone grandes posibilidades de cooperación comercial para las pymes españolas y japonesas debido a la exención de impuestos. Así, los fabricantes españoles de calzado deben poner sus miras en Japón: un mercado en auge con más de 127 millones de consumidores, deseosos de utilizar marcas españolas. En menos de 10 años, todos los japoneses llevarán zapatos españoles.