Opinión

Ella es el partido

    <i>Foto: eE</i>.

    Mariano Guindal

    Iñigo Errejón huele a cadáver político. Cuando aceptó ser candidato a la Comunidad de Madrid se pegó un tiro en la pierna. Al enemigo, puente de plata y es lo que hizo Pablo Iglesias: quitárselo de encima de la forma más sibilina. Con candidatos tan potentes como el socialista Ángel Gabilondo o como Begoña Villacís de Ciudadanos ya era difícil ganar, pero después de romper con Podemos de una manera tan abrupta es imposible. Ni un buen número de los militantes de su propio partido le van a votar. El que fuera cofundador e ideólogo de Podemos confía en que el tirón de Manuela Carmena le lleve a la presidencia de la comunidad madrileña. Eso es mucho decir porque él no es Carmena. Por tanto, si queda en una mala posición será el momento de La venganza de don Mendo y al final terminará en el PSOE, que es su lugar natural.

    Pero lo más importante en esta ocasión es que Pablo Iglesias está cargado de razones. Un partido con vocación de gobernar no puede presentarse ante la sociedad como una amalgama de siglas y de intereses personales. La nueva política se está convirtiendo en un Viva Cartagena donde resulta imposible articular un proyecto común y gestionar eficazmente una nación. El líder de Podemos tiene una visión del partido marxista-leninista con un férreo aparato organizativo y una misma estrategia electoral. Por el contrario, Errejón es un peronista puro que concibe las organizaciones políticas como movimientos nacional-populistas. Ese es el problema de fondo que existe entre ambos y que por tanto no tiene solución. Iglesias tiene claro que su sustituta será su compañera, Irene Montero. Con ella lo comparte todo, tienen la misma visión de la política y la misma ambición, como en la película de George Clooney Ella es el partido (2008). Todo queda en casa y entre ellos no cabe ni un alfiler. Y lo mismo terminará pasando con Pedro Sánchez en el PSOE, en la mínima ocasión se fumigará a Susana Díaz para quitarse la espada de Damocles andaluza que siempre ha pendido sobre su cabeza. Cuando eso ocurra se hará con el control total del aparato del partido, porque como con las fichas de dominó, sus rivales irán cayendo uno detrás del otro. Ya lo dice la sabiduría popular: cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar.