Opinión
Odio en las entrañas
Mariano Guindal
Hay algo mucho peor que la independencia de Cataluña y es que españoles y catalanes terminemos odiándonos. Sería un crimen y es ahí donde parece que nos quiere llevar Quim Torra. Sus últimas declaraciones afirmando que "los eslovenos decidieron seguir adelante con todas las consecuencias. Hagamos como ellos y estemos dispuestos a todo para vivir libres" han sido la gota de agua que ha rebosado el vaso.
Así lo ha considerado la ministra de Defensa, quien señaló que "poner en riesgo" la convivencia e "incitar a la violencia" le "incapacita" para ocupar un puesto de representación pública. Si esto es así, ¿a qué espera Pedro Sánchez para aplicar el articulo 155 y removerle del cargo? Alguien que está insuflando odio a la sociedad no puede ocupar un puesto público, porque puede provocar un enfrentamiento civil en la sociedad catalana. Sencillamente no es admisible en ninguna sociedad democrática. Por tanto, si Sánchez no actúa estará haciendo una dejación de responsabilidades, como ha señalado el líder de Vox, Santiago Abascal, que ha amenazado con presentarle una querella.
Si, como dicen, el conflicto catalán requiere soluciones políticas resulta difícil entender que no se haya elegido a un político para dirigir Cataluña en esta coyuntura sino a un agitador
Los socialistas deberían preguntarse las razones por las que el nacional populismo de extrema derecha se está convirtiendo en una alternativa real de poder. Los últimos sondeos muestran que ya hay cerca de dos millones de ciudadanos dispuestos a votarles. Torra con su discurso del odio no solo ha puesto el huevo de la serpiente en Cataluña sino también en España. Como en la película de Martin Ritt Odio en las entrañas (1969) magníficamente interpretada por Sean Connery y Richard Harris, cuando se desata la dinámica del rencor solo hay que esperar un baño de sangre.
No es tolerable desde ningún punto de vista. Tan es así que los propios partidos independentistas y el propio presidente del Parlamento catalán, Roger Torrent, se ha desmarcado del "honorable" presidente que solo parece representarse a sí mismo y a Carles Puigdemont. Si, como dicen, el conflicto catalán requiere soluciones políticas resulta difícil entender que no se haya elegido a un político para dirigir Cataluña en esta coyuntura sino a un agitador. Si en lugar de Torra se hubiese elegido a un político experimentado como Carles Campuzano, mucho mejor le iría al pueblo catalán en su conjunto.