Opinión

Buenos pálpitos para 2018


    Amador G. Ayora

    No es fácil sacar la bola de cristal y pronosticar cómo irá el año 2018 y aún más difícil es acertar. De un primer vistazo, se puede afirmar sin riesgo de equivocarse que la economía mundial atraviesa uno de los ciclos expansivos más largos de su historia. En 2018, Estados Unidos, la locomotora mundial que marca el paso de los demás, entrará en el noveno año de crecimiento ininterrumpido. Un hecho que solo había pasado en dos ocasiones anteriores en toda su historia.

    Para el común de los mortales, como usted o como yo, un periodo de riqueza tan prolongado es positivo. Pero los economistas alertan de que la economía está en una etapa madura y en cualquier momento puede descalabrarse o, por lo menos, desacelerarse.

    Si echamos un vistazo alrededor, no parece que haya motivos para temer una crisis. Los dos grandes elementos de incertidumbre que sacudieron los cimientos de las finanzas internacionales en los últimos años, el riesgo de ruptura del euro y de una brusca caída de la actividad en China, han desaparecido o dejado de ser una amenaza para los próximos años.

    El Banco Central Europeo (BCE) acaba de elevar al 2,5 por ciento la previsión del PIB para 2018, mientras que China mantiene tasas de crucero superiores al 6,5 por ciento.

    La reforma fiscal de Trump reduce del 35 por ciento al 20 por ciento el Impuesto de Sociedades, mientras que simplifica el de la Renta, aunque en este caso su impacto será neutro. En conjunto, los economistas estiman que puede aportar medio punto adicional al crecimiento, hasta cotas muy parecidas a las de Europa.

    Los beneficios empresariales están en niveles récord, con incrementos sostenidos próximos al 10 por ciento, con la ventaja de que las empresas están ahora mucho menos endeudadas que antes de la gran crisis. No se observan, por tanto, síntoma de burbuja o de sobrecalentamiento en el precio de los activos.

    ¿Cuales pueden ser los cisnes negros que provoquen la próxima recesión? Desde luego hay que estar muy vigilantes con la política monetaria. El incremento de las tasas de interés que se producirá en los dos próximos años a uno y otro lado del Atlántico podría provocar una caída de las bolsas y repercutir en el consumo, sobre todo de los americanos, que invierten todos sus ahorros en los mercados. Por eso, los movimientos tanto de Mario Draghi como de Janet Yellen se suceden con mucha prudencia, como si andaran pisando huevos. ¿Lograrán seguir caminando sin romper ninguno?

    El petróleo, la materia prima causante de algunas de las crisis más severas como ocurrió en el 73, está bajo control y no se espera que supere los 70 dólares por barril.

    Nadie está a salvo, sin embargo, de un accidente geopolítico, como un posible enfrentamiento con Corea del Norte a raíz de sus ensayos nucleares, cada vez más precisos y provocadores. La posibilidad de que el movimiento populista Cinco Estrellas se alce con la victoria en los comicios italianos convocados est semana para marzo puede generar tensiones y quebraderos de cabeza en los mercados. Pero, en líneas generales, las aguas bajan en calma para 2018, no se avistan grandes amenazas.

    ¿Y qué hay de España? La situación política de Cataluña es determinante. El último trimestre del año, con un alza de la actividad del 0,8 por ciento, según el Banco de España, solo una décima menos que el anterior, muestra hasta ahora un efecto limitado. La buena noticia es que el vigor de las exportaciones, que avanzan a ritmos del 9 por ciento pese al encarecimiento del euro, actúan de amortiguador. La mala es que son una barrera vulnerable si la incertidumbre persiste.

    Los resultados del 21-D son negativos, porque alumbran un Ejecutivo dispuesto a prolongar su pulso con el Estado. Solo si la futura coalición de Gobierno renuncia a la vía unilateral y garantiza la seguridad jurídica se recuperará poco a poco la confianza.

    Un referéndum pactado, como piden los separatistas, sería aún más nefasto, porque desataría los miedos en los mercados, como ocurrió con el Brexit. El único camino es el del entendimiento, como ofreció Rajoy este viernes, o las reformas, que apuntó tímidamente Felipe VI en el discurso de Navidad.

    Todas los momentos históricos en que Cataluña se declaró independiente del resto de España, desde la guerra de Secesión en 1641, la de Sucesión de 1714 o la proclamación de la república primero por Macià (1931) y después por Companys en 1934, fueron por un detonante económico. Es esencial abordar una reforma de la financiación autonómica. Rajoy no puede seguir cruzado de brazos y enviar a los jueces para poner orden en los momentos críticos.

    El propio Gobierno reconoció implícitamente la enorme incertidumbre que rodeará la economía española el próximo año, al vincular el incremento futuro del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) a que se cumplan las previsiones de crecimiento del 2,5 por ciento el año que viene. Una condición sensata introducida por la ministra de Empleo, Fátima Bañez. Es difícil hacer vaticinios sin conocer la nueva Generalitat, aunque a medida que se serenen los ánimos, el impacto negativo se reducirá y España podrá seguir beneficiándose del viento de cola de la economía mundial. ¡Feliz año!