Opinión

Amarga victoria de Merkel



    El triunfo de la canciller Angela Merkel es agridulce. El resultado electoral ha supuesto un voto de castigo a la gran coalición. Modesto para los cristianodemócratas de la CDU, alarmante para sus hermanos socialcristianos de la CSU en Baviera y desastroso para los socialdemócratas de la SPD.

    Aunque las últimas experiencias pudieran sugerir lo contrario la gran coalición entre CDU y SPD ha sido siempre una solución excepcional. Es decir, cuando salvo la convocatoria de nuevas elecciones no había otra posibilidad para formar gobierno. En esta ocasión se presenta como un proceso largo y complicado.

    La decimonovena legislatura alemana será la que cuente con el mayor número de diputados en el Bundestag en toda la historia de la República Federal. Esto se debe, en parte, al ingreso de la Alternativa por Alemania, AfD y la reincorporación de los liberales del FDP. Pero sobre todo es la intrincada ley electoral la que ha incrementado su número hasta llegar a 709 (había 630).

    Eso va a costar millones de euros. La Asociación de Contribuyentes hace tiempo que trabaja por una reforma electoral que ponga un techo al número de diputados. Recomienda que el nuevo Parlamento debería ocuparse urgentemente de elaborar una reforma electoral que ponga tope al número de representantes. Se considera que 500 son más que suficientes. El que haya más no implica una mejor democracia ni mejores resultados. La petición online ya ha reunido 114.000 firmas.

    El presidente saliente del Parlamento, Norbert Lammert, intentó varias veces evitar un Parlamento de dimensiones gigantescas a través de medidas como la actualización de la ley electoral. Lammert exigía un límite de 630 parlamentarios, pero se encontró con la negativa de la CDU y del SPD, que suponían desventajas para sus diputados. Se plantean cuestiones de espacio, funcionamiento e infraestructura. Inconvenientes que tendrá que solventar el nuevo presidente del Bundestag, Wolfgang Schäuble, hasta ahora titular de Finanzas.

    Inquieta también el factor tiempo. En 2013 fueron necesarios 86 días para formar gobierno. Desde el ámbito económico se exhorta a los líderes políticos, y en especial a Merkel, a negociar con celeridad. Una canciller que pese a haberse reinventado ya algunas veces en sus 12 años en el poder, está debilitada.

    Motivo de gran nerviosismo es la entrada en el Bundestag de los populistas de la AfD que se han convertido en tercera fuerza política. Sin embargo, culpar de ese hecho en exclusiva a Merkel como ha hecho el socialdemócrata Martin Schulz es simplificar en demasía el problema y eludir responsabilidades. Si hay inmovilismo es la clase política alemana en su totalidad la que tiene que reconocer que no ha sabido escuchar a un sector de la sociedad. Un 12 por ciento del electorado que en su conjunto ni siquiera es de extrema derecha sino que habiendo visto desatendidas sus legítimas preocupaciones ante el gran número de refugiados ha hecho caso de los cantos de sirena de la AfD. Conviene asimismo prestar atención al empleo precario ya que si bien existe un salario mínimo abundan los Mini-Jobs. Tampoco ha sido superada por entero la grieta Este/Oeste.

    Es comprensible a la vista de sus nefastos resultados que los socialdemócratas hayan decidido optar por hacer una cura de oposición. Ahora Merkel tendrá que armar una coalición de gobierno en sustitución de la alianza con la SPD. El nuevo ejecutivo será un tripartito; algo novedoso en un país que se caracteriza por gobiernos estables.

    Las diferencias entre los probables socios - CDU, FDP y Verdes - son notables. Merkel parecía dispuesta a relanzar la Unión Europea. A instancias del presidente francés Emmanuel Macron incluso parecía inclinada a avanzar, por etapas, hacia una Unión Bancaria con federalismo presupuestario incluido y gestionado por un Ministro de Finanzas Europeo. Son ideas que los verdes comparten. No obstante, los liberales se oponen a la creación de nuevos presupuestos para financiar transferencias. Su jefe, Christian Lindner - que aspira a convertirse en nuevo ministro de Finanzas - ha sido claro: "no hubiéramos salvado a Grecia". En otro aspecto trascendental de la política exterior de Berlín como la actitud hacia Moscú el líder liberal hasta reconoce la pertenencia de Crimea a Rusia y es partidario del levantamiento de las sanciones. La canciller y los verdes favorecieron una política de puertas abiertas con controles, los liberales expresan mayores reservas a los inmigrantes. Los liberales defienden las minas de carbón, los verdes quieren cerrarlas. Los verdes impulsan una agricultura sin glifosatos, respaldada por los liberales.

    Los numerosos desacuerdos suponen todo un desafío para la reconocida habilidad política de Merkel. Se avecinan semanas difíciles.