Opinión
Necesitamos un 'Brexit' rápido
Matthew Lynn
¿Debería ser la factura de salida de 20.000 millones de euros o de 40.000 millones? ¿Debería ser el acuerdo de comercio potente como el de Suiza o bajo en calorías como el de Canadá? ¿Deberíamos llevar nuestra estrategia de negociación hasta el borde del precipicio o deberíamos optar por la marcha atrás? Si tuviéramos un par de fábricas de microchips por cada versión diferente del brexit en oferta, probablemente nos preocuparía mucho menos.
Pero de hecho hay algo mucho más importante que si el Reino Unido acabará con un brexit duro o suave: un brexit rápido.
Pregunte a cualquiera del mundo de los negocios -y el debate sobre cómo dejar la UE trata sobre todo de proteger la economía- y le dirán que a menudo es tan importante hacer las cosas rápido como hacerlas completamente bien. Por eso la industria del software lanza la Versión 1.0 y la Versión 2.0 de cada paquete, y por eso las compañías de apps lanzan nuevos aparatos en beta. Reino Unido debería desplegar la misma táctica con la UE, por tres razones.
Primera, acabará con la incertidumbre. Resulta que desde el referéndum la mayoría de compañías ha desarrollado tanta actividad comercial como siempre. Pero si va a haber aranceles o controles de aduanas modestos en la frontera, y si las firmas van a tener que nombrar un representante en París o Fráncfort para cumplir con las normas del mercado único, entonces cuanto antes lo sepa todo el mundo mejor. No será un gran problema. La mayoría de aranceles son bastante insignificantes. Pero si se sabe cuáles son, se puede proceder a hacer los ajustes necesarios.
Segunda, podemos empezar a planificar lo que viene después. ¿Qué clase de economía queremos después de irnos? ¿Será todo un Singapur a la orilla del Támesis? ¿O algo más estatista? ¿Qué clase de impuestos y regulaciones queremos? ¿Queremos subsidiar a los granjeros como hacemos ahora? ¿O preferiríamos gastar el dinero en otra cosa? Hay un montón de asuntos que Reino Unido debe debatir una vez hayamos recuperado las competencias de Bruselas. Pero no podemos empezar de verdad ese diálogo hasta que se haya cerrado el acuerdo de salida.
Por último, siempre podemos mejorarlo después, como hacen en Apple. En realidad, dejar la UE siempre es más probable que sea un proceso cambiante (igual que lo habría sido quedarse). Nuestra relación con Europa cambiará a lo largo del tiempo estemos dentro o fuera. Acordemos lo que acordemos sobre comercio, derechos de los ciudadanos, o la frontera irlandesa, siempre podrá retorcerse más tarde una vez veamos cómo ha funcionado. Es igual de importante para la UE. Puede pasar meses debatiendo consigo misma si quiere tener comercio libre de aranceles con Reino Unido, si quiere 30.000 millones de euros en pagos pendientes, o 50.000, o 70.000, y si quiere que los pensionistas británicos que viven en el sur de España o en la costa del Algarve de Portugal tengan derechos de ciudadanía completos, o visados temporales, o algo entre medias.
Y aun así, es probablemente una pérdida de tiempo y energía obsesionarse con esos asuntos.
En la UE deberían dedicar su tiempo a debatir cómo hacer que la eurozona funcione mejor, cómo reconectar con sus ciudadanos, cómo extender la cooperación en defensa y seguridad, y, quizás por encima de todo, cómo recortar el gasto o aumentar los ingresos una vez los británicos ya no sean miembros. Todo eso será mucho más productivo que regatear los términos de la partida de Reino Unido.
Una vez Gran Bretaña esté fuera de la UE, la relación evolucionará y avanzará de todos modos. Nadie tiene una idea real de qué aspecto tendrá en 2030 o 2040 -y no tiene ningún sentido intentar adivinarlo. De hecho, los ocasionales 10.000 millones de la factura de salida, o unos pocos derechos extra de ciudadanía, no importan ni de lejos tanto como cerrar el asunto por completo.
Theresa May hizo algunas concesiones en su discurso en Florencia para tratar de lograr eso y puede que no estén del todo justificadas. Pero si nos permiten acabar con el folletín rápidamente habrán valido la pena. Podremos pasar a lo siguiente, y no seguir dieciocho meses regateando sobre cada pequeño detalle de nuestra salida de la Unión Europea.