Opinión
Los comicios alemanes y su importante significado para Europa
- La canciller aportará su experiencia y será un polo de calma en este complejo contexto
Marcos Suárez Sipmann
Hace escasos meses una Europa en crisis se jugaba mucho en las elecciones francesas. El triunfo de Emmanuel Macron alejó el fantasma del extremismo. Ahora la atención se centra en Alemania. Pocos dudan de la victoria de Angela Merkel. Según indican las encuestas, los votantes alemanes siguen confiando en ella.
En las negociaciones para formar coalición se perfilan como socios los liberales que volverán al Bundestag tras una ausencia de cuatro años. Hay otras posibilidades como una reedición de la gran coalición o, quizá, una novedosa entrada de los Verdes junto con los Liberales como socios de los cristianodemócratas. En teoría sus oponentes naturales, los Verdes no escatiman elogios a la canciller que -como siempre exigieron- ha abandonado la energía nuclear e implementado una política de bienvenida hacia los refugiados. La fórmula liberal-conservadora es, sin embargo, la que cuenta con mayores probabilidades.
Ninguna de esas tres opciones comporta riesgos para la integración porque todas estas fuerzas son claramente europeístas. Las diferencias serán de matiz. Una vez constituido el nuevo ejecutivo, Merkel buscará el entendimiento con Macron para abordar las reformas en la UE. Coordinará su acción internacional con él. La locomotora franco-germana volverá a funcionar a pleno rendimiento. Macron ya va a presentar sus propuestas esta semana próxima. Como afirma el ministro galo de Finanzas, Bruno Le Maire, "a principios de octubre, los dos países más importantes de la Unión tendrán la oportunidad de avanzar con la integración de la eurozona". También el Presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, aprecia la favorable coyuntura para impulsar la UE.
Para muchos europeos del sur, la gobernante conservadora todavía representa la política de austeridad. Temen que los crecientes desequilibrios regionales y sociales pongan en peligro el proceso de unificación. Es, por tanto, una excelente noticia que tanto Merkel como su rival socialdemócrata Martin Schulz, expresidente de la Eurocámara con impecables credenciales democráticas, se muestren receptivos a la idea de un ministro de Finanzas europeo y más flexibilidad económica. Y es que en temas europeos hay gran coincidencia en ambos candidatos.
En Alemania es común el fenómeno de prolongados periodos de gobierno. Los conservadores Konrad Adenauer y Helmut Kohl permanecieron en el poder 13 y 16 años respectivamente. Los socialdemócratas Helmut Schmidt y Gerhard Schröder, 9 y 7. Merkel es solo la octava jefa del ejecutivo desde la fundación de la República Federal en 1949 y lleva 12.
Es cierto que la reelección indefinida es característica de regímenes autocráticos o poco democráticos. Limitar el número de los mandatos a dos puede parecer acertado. Pero en EEUU -el caso más conocido- no solo provoca ventajas: como esa restricción no afecta a los líderes del Congreso, el legislativo con demasiada frecuencia opta por el bloqueo. La figura del canciller alemán no tiene la potestad de un presidente norteamericano por lo que esa tentación sería aun mayor.
Un cuarto mandato puede resultar estabilizador. Sin Adenauer, la construcción del Muro de Berlín en 1961 hubiera originado una crisis de enormes proporciones. Sin los años finales del Gobierno Kohl no hubiera llegado el euro. Se seguirá discutiendo si esto último fue o no positivo… En cualquier caso, antes de limitar los mandatos habría que replantearse el equilibrio de poderes entre legislativo y ejecutivo e incluso la organización federal. No obstante, el argumento más convincente en este caso son los problemas que Europa tiene que solventar en la actualidad. Es necesario combatir los populismos.
Así, la Alternativa por Alemania, con más del 10 por ciento en intención de voto, tiene todas las posibilidades de entrar en el Bundestag. La solidaridad con los refugiados fue en parte la que llevó a este auge nacionalista. Con prudencia, Merkel supo mantener su política introduciendo los filtros necesarios para enfrentarse a la amenaza terrorista.
Es urgente convertir en oportunidades los retos que plantea el Brexit. Asimismo, la UE ha de reducir la incertidumbre provocada por Donald Trump, algo que la canciller vio con claridad desde el primer momento: "Los tiempos en los que los europeos podíamos depender completamente de otros han terminado".
Merkel personifica la seriedad y la sensatez en un mundo convulsionado. Comprende la importancia de las normas, así como de las instituciones europeas, que no pueden tolerar que Polonia y Hungría cuestionen los valores centrales de la Unión. Defiende una UE que no se amilana ante un Vladímir Putin dedicado a redefinir de modo arbitrario las fronteras en Crimea. Ni ante un exigente e intolerante Recep Tayyip Erdogan.
La canciller aportará su experiencia y será un polo de calma en este complejo y turbulento contexto.