Opinión

Diferencias entre utopía y distopía


    Julio Anguita

    He leído recientemente que el elevado desempleo, el avance de la desigualdad y la robotización conducen a la posibilidad de un nuevo Estado del Bienestar. Poner en el mismo plano robotización, paro y desequilibrios sociales es escamotear el problema. Paul Lafargue, revolucionario cubano- francés casado con Laura, hija de Carlos Marx, defendió en su obra El derecho a la pereza que las máquinas aplicadas a la producción de bienes permitían dejar de trabajar.

    Se trataba pues de una consecuencia que podía beneficiar a los trabajadores. Ello implicaba un nuevo orden económico- social. En la propuesta, el sistema queda intacto y la apelación a la robótica sirve para hacer invisibles los trabajos, que en el sector primario y en el de servicios no pueden ser sustituidos por ninguna máquina. Sin las personas que recolectan, pescan o reponen no se podría.

    Igualmente puede decirse de quienes cumplen tareas inaccesibles a las máquinas: sanidad, docencia, seguridad, justicia, etc. Otra cosa, que los autores obvian, es que lo que ha venido en denominarse Reparto del trabajo. Porque la cuestión fundamental al hablar del pleno empleo en una sociedad altamente tecnificada es ligarlo al trabajo socialmente necesario para cubrir las demandas de bienes y servicios que exige la Declaración de DDHH y bastantes textos constitucionales.

    Definir desde la óptica de la demanda no es en absoluto lo mismo que hacerlo desde la de la oferta. Media entre ambas concepciones un abismo ideológico. Por eso, la concepción de una sociedad articulada por el capitalismo, solamente puede abordar la cuestión de los mínimos vitales para existir desde el sucedáneo de una atención generalizada. Cuando el Derecho al Trabajo sea universal podemos hablar del también universal Derecho a la Pereza. Las máquinas y los robots no producen desigualdades sociales ni tampoco paro y/o precariedad, sino quien o quienes son sus poseedores. Es la diferencia entre Utopía y Distopía.