El fenómeno 'Don Quijote'
Juan Velarde Fuertes
En el ya lejano año de 1951, al redactar el ensayo Sobre la decadencia de España, ofrecí el nombre de fenómeno 'don Quijote' a lo que estimaba -y estimo-‑ que era uno de los ingredientes fundamentales del anquilosamiento económico español que, desde inicios del siglo XVII llegaba entonces hasta mediados del siglo XX. Y todo había comenzado cuando España, en el inicio de la Casa de Austria, pareció decidirse a implantar en todo el orbe, y desde luego, de modo inmediato en Europa y América, la divisa famosa de 'un Monarca, un Imperio y una Espada'. Lo iba a procurar en plena Reforma e intentando que fuese al servicio del catolicismo, pero esta finalidad la iba a intentar con gran limitación de medios económicos.
Como lector apasionado de nuestra historia, me había impresionado lo sucedido con el Cardenal Infante, don Fernando de Austria, en la Guerra de los Treinta Años. Disponía el Cardenal Infante de un poderoso y curtido ejército, capaz de decantar a favor de los Habsburgo de Viena y Madrid aquella contienda. Además tenían sus tropas unos generales excelentes. Pero, en un momento crucial de esa larguísima contienda, no llegaron los fondos precisos para avituallar con normalidad aquella masa combatiente.
La paz de Westfalia -y pronto llegaría el Tratado de Utrecht-‑ supusieron la retirada de España de Europa, hasta su liquidación total en la Conferencia de Viena de 1815. La aventura imperial iniciada por Fernando el Católico y culminada por la Casa de Austria era un cúmulo de lo que le había sucedido a Don Quijote. Y eso ha vuelto, una y otra vez, a rodearnos.
Y no digamos lo que sucede en España tras el conjunto de consecuencias derivadas del triunfo del leninismo en Rusia, entre nosotros en una muy calurosa mezcla de planteamientos adicionales de krausistas, católicos, marxistas más que moderados bastante ignorantes de los mandamientos de Marx y conservadores, con la posterior incorporación de tesis que buscaron la liquidación del anarcosindicalismo y todo lo cual en parte respaldó las tesis falangistas del Fuero del Trabajo. Todo ello basó un sendero que va desde la Comisión de Reformas Sociales y el Grupo de la Universidad de Oviedo a José Antonio Girón, pasando por Maura y después por Largo Caballero.
Finalmente todo esto desembocó en la conmoción huelguística, la depresión y la inflación, más una crisis bancaria importante, que estalló en la Transición. La causa era alcanzar medios notables a favor de los desheredados. Mas para lograr triunfos que se pretendían colosales se cabalgaba con posibilidades debilísimas. Por ejemplo, Manuel de Torres demostraría cómo una fuerte subida de salarios de Girón se convertía en retrocesos en la distribución de la renta. Tuvo que encubrirse el paro con el fomento de una fuerte emigración y, durante la Segunda República, al mezclar promesas que enlazan con mensajes revolucionarios de admiración a lo sucedido gracias a Lenin en Rusia, en lo que fue campeón Largo Caballero. Son las raíces que provocarían, tras la revolución de 1934 en Asturias, una Guerra Civil a partir de 1936.
Por supuesto que fenómenos don Quijote surgen por doquier. Francia, por ejemplo, lo padece ahora mismo a causa de su generosísima política social. La amenaza derivada de ese doble déficit norteamericano -el presupuestario y el de la balanza por cuenta corriente- derivado de los proyectos norteamericanos de controlar la política mundial, y las colosales caídas de Brasil o de Venezuela, ¿tienen acaso otra causa que el haber ofrecido maravillas para cuyo alcance no se disponía de medios?
En España para mantener el desarrollo actual, iniciado a partir de los años 50, cuando se acertó, tanto desde 1959 por los Gobiernos de Franco, como cuando esto continuó a lo largo del reinado de Juan Carlos I, a pesar de algunos desatinos aislados, dio lugar a un progreso incluso muy fuerte en alguna de sus etapas. Concretamente de 1988 a 1973, la tasa anual de crecimiento del PIB fue nada menos que del 7,75 por ciento, y la del PIB por habitante, del 6,59 por ciento. Desgraciadamente, con Rodríguez Zapatero volvió a cabalgar don Quijote.
A través del empleo de un modelo económico keynesiano vulgar, en el momento, además, que se producía una importante crisis financiera en los Estados Unidos, se habló de superar en renta por habitante a Francia de modo rápido. Lo que se logró fue que el PIB a precios de mercado por habitante que había sido de 23.005 euros el 2010, cayese en 2013 a 21.594, con todo el lógico acompañamiento de fuerte desempleo y, paradójicamente, del fortalecimiento de planteamientos quijotescos de cara al futuro, a través de políticas populistas que hoy insisten en ofertas a los ciudadanos que nada tienen que ver con los medios de que se dispone.
Pero lo mismo pasa con Le Pen en Francia o con la AID en Alemania, y el profesor de la Universidad de Colonia, Juergen B. Donges, en La Nueva España de 31 de julio de 2016, señaló: "Si esos partidos llegan al poder podría pasar de todo".