Opinión

Rita y la investidura

    Rita Barberá durante su comparecencia. <i>Imagen: Reuters</i>

    Carmelo Encinas

    Lo de Rita Barberá no le ayuda mucho a Rajoy en la actual tesitura. Es verdad que en el PP había un 'run run' de indignación casi generalizado por el silencio y la evanescencia de la ex alcaldesa de Valencia mientras la caían chuzos de punta e imputaban en masa a todo su entorno.

    Algunos cargos populares salían con la clásica invocación a la presunción de inocencia para escurrir el bulto pero otros, como el emergente Pablo Casado, manifestaban sin ambages que cuando nada se aporta hay que saber retirarse. La comparecencia de doña Rita con su mejor peinado y buen rollito fue un ejercicio mediático de alta tensión. Con una expectación que lograba eclipsar por unas horas el asunto trascendente de los pactos de gobierno y el juicio en Palma del yerno del Rey y su socio, Rita pegó el cante con una intervención rotunda y espectacular.

    La hoy senadora autonómica empleó a fondo su probada inteligencia emocional para defender su inocencia y presentarse como víctima de una persecución sañuda cuya causa no alcanzaba a comprender. Mucha puesta en escena, mucho oficio ante las cámaras, pero poca convicción. Ni fue creíble la justificación de su tardanza en las explicaciones ni el relato sobre su ignorancia en los movimientos financieros del PP valenciano que sujetó en el hecho de que nunca ocupó cargo orgánico alguno en el partido.

    La Barberá era un personaje totémico en su formación y hay que torturar mucho la ingenuidad para aceptar que en medio de aquel fangal, con 50 imputados en su entorno inmediato, no se enterara de nada. En la tesis más benévola el sobresfuerzo de candidez requerido concluiría que la compareciente es completamente lela y no me parece el caso.

    Tampoco resultó convincente la idea de penuria económica que trató de sugerir. Que habitaba un piso de alquiler, que su coche tenía 20 años y que solo vivía de su sueldo. Olvidó recordar que durante 24 años fue el cargo público mejor pagado de España y que llegó a cobrar 156.000 euros al año. Disponiendo de coche oficial, tarjeta para las comidas de trabajo y con poco gasto en bolsos, si no posee una casoplón en propiedad será porque no quiere. Así que su intento de dar pena en lo económico fue fallido.

    Nada de lo acontecido la semana pasada con tan simbólico personaje contribuirá a fortalecer a Mariano Rajoy en ésta, de la investidura de Sánchez. El candidato socialista, aun dependiendo de la difícil aritmética, acude al parlamento con mayor musculatura política de la que ha tenido nunca. No solo por el pacto alcanzado, un oasis en el actual desierto de desencuentros, sino por la maniobra de someter a las bases el placet a sus movimientos. Lo que ha obtenido Pedro Sánchez de los militantes socialistas es, en realidad, un voto de confianza a su persona que, aunque no resulte vinculante, aminora, si es que no desarma, cualquier posición interna adversa al secretario general.

    Con esa fortaleza acude a la Cámara el candidato del PSOE, a una sesión de investidura en la que aún puede pasar de todo. Comparemos esta situación con la de la noche del 20D y veremos lo que es capaz de lograr la osadía y una estrategia acertada frente a la capacidad de destrucción de las tácticas melindrosas y cobardes.

    Visto el resultado ya son pocos en el PP los que creen de verdad que Rajoy acertó declinando por dos veces la invitación del Rey para intentar un acuerdo de investidura. Muy pocos los que no dudan de que ha de ser Mariano Rajoy el candidato del PP si volvemos a votar este mes de junio. Y poquísimos los que no le tienen pavor a esa segunda vuelta.

    El pacto del PSOE con Ciudadanos no permite mantener la técnica del miedo en la que, una vez más, se han empleado a fondo satanizando cualquier posible entente con PODEMOS que se empeñaron en dar por cosa hecha. Intoxicando o intoxicados algún que otro medio afín y sus palmeros defendieron días atrás con pasión la especie de que Sánchez ya había concedido a Iglesias todas sus peticiones en un supuesto "pacto secreto", incluida la presidencia del gobierno. Ahora a quien demonizan es a Ciudadanos si bien ya no resulta tan fácil asustar con un socio así.

    Mientras pasan cosas, y pocas buenas, para el liderazgo y las expectativas del PP. La comparecencia de Esperanza Aguirre hace un par de semanas y la de Rita Barberá esta última deja el partido tambaleante. Cuando doña Rita refirió la lista de agradecimientos a quienes la habían apoyado y que encabeza el propio Rajoy más que un halago clavaba una estaca en el prestigio de los mencionados. Hay amores que matan.