Opinión

Podemos, el único partido que saldrá ganando

    Pablo Iglesias. <i>Imagen: EFE</i>

    Víctor Arribas

    No hacía falta que una instancia oficial lo confirmara, pero la constatación es ya una realidad. Según el CIS, Podemos y sus socios territoriales superan ya al PSOE en intención de voto, de momento tan sólo en un punto y medio pero esa distancia irá creciendo pase lo que pase a partir de ahora en el escenario político.

    Un teatro televisado y tuiteado hasta el ridículo que sólo puede optar a tres posibles representaciones. Sólo hay tres opciones, más o menos factibles, y en todas ellas se contempla un gran beneficiado, un partido aventajado que recogerá el premio de una u otra forma. En este triple escenario a Podemos le va bien en cualquiera de las opciones:

    1. Si hay gran coalición, porque quedaría como único partido de oposición real y podría llevar a cabo una legislatura de mareas y movilizaciones, su ámbito natural.

    2. Si pacta el gobierno con el PSOE garantizándose posiciones destacadas en el nuevo ejecutivo, porque el protagonismo se lo llevarían Iglesias y sus compañeros, condicionando todas y cada una de las decisiones del presidente Sánchez.

    3. Si hay repetición de elecciones, porque superaría al PSOE en votos y en escaños, quedaría como la fuerza principal de la izquierda, y accedería al gobierno con la presidencia de Pablo Iglesias y los socialistas como mero apoyo testimonial.

    En este día 2 de un país que al fin respira aliviado, el candidato que se someterá a la investidura nos comunica que ha empezado bien la negociación para que él sea presidente. Y tiene razón. Lo normal y lo bueno es lo que ocurre ahora, que quien tiene la responsabilidad de conformar una mayoría que facilite un gobierno con cierta estabilidad pueda hacerlo sin que nadie deslegitime su opción política, sin que ningún adversario le descalifique y considere como un desecho repudiable. Desde que el martes por la noche el Rey propusiera a Pedro Sánchez que se someta a la sesión solemne de investidura ya no son aceptables los vetos, ya no hay bloqueo institucional.

    El protagonista del mayor veto que se recuerda en nuestra democracia pide ahora que nadie vete a nadie y que todos remen a favor de su oportunidad, aunque siga aprovechando cada comparecencia, cada tuit, cada suspiro, para continuar la labor de arrinconar y despreciar a los representantes de más de siete millones de votantes. Trata de hacer creer que es el líder que va a superar el desgobierno, y que lo hace para sacrificarse por el país ya que el Rey le ha elegido como única opción posible. La realidad es que él ha bloqueado cualquier posibilidad de que el PP intentara articular un acuerdo y ha estado esperando con ansiedad el momento de ser designado candidato a la investidura.

    Con ansiedad... y negociando sin perder el tiempo. Ha habido, como empiezan a publicar numerosos medios, negociaciones ocultas en la época del streaming y de la transparencia aparente. Transparencia de pose. Sabemos ahora que Podemos ha podido estar negociando la abstención con los independentistas, que Iglesias y Doménech hablan con ERC y DiL para garantizar que puedan no votar en la segunda tanda para que haya más síes que noes.

    Hemos sabido también que PSOE y Podemos han podido estar hablando desde hace semanas sobre el acuerdo de gobierno que abruptamente se insinuó hace dos semanas con el reparto ministerial incluido. Sabemos incluso que representantes del PSOE pudieron haberse reunido en secreto con altos cargos del PP para saber si se abstendrían en un pacto con Cs. Si lo hicieran, sería por el interés general.

    Y esa es la clave de bóveda de todo esto. De las tres posibilidades expuestas arriba, sólo una contempla un escenario de cierta tranquilidad para los ciudadanos, el resto son muy negativas para el interés general. Es la primera: que PP, PSOE y Ciudadanos alcancen un acuerdo que evite el acceso al poder de opciones muy peligrosas o de cualquier candidato que necesite la connivencia de los partidos que quieren destruir España. Se llame como se llame el presidente, lo lidere el partido que lo lidere, ese entendimiento es el que exige la Historia.