Opinión

La hora de las CUP: menos es Mas, pero sin Mas

  • La llave anticapitalista no entra por la cerradura de Artur Mas

Carlos Mier

El escenario del malabarismo está configurado en Cataluña. La palabra plebiscito, que antes quemaba en las bocas de algunos, ahora infla la lengua de muchos. Y viceversa, siempre viceversa. Ay, la política. Especial 27S: elecciones en Cataluña.

Más allá de las interpretaciones interesadas y de, por qué no reconocerlo, de las mentiras deliberadas y las astracanadas cuando manda la imagen de la sonrisa post-escrutinio ("el independentismo ha ganado en votos" (?) del calentón de Junqueras y la petición de nuevas elecciones en el minuto cero de Arrimadas), lo cierto es que las cuentas no le salen a Artur Mas y al secesionismo. Ni en un hipotético un hombre, un voto ni tampoco a la hora de formar gobierno por más que el milagro de los panes y los peces de la Ley d'Hont convierta el agua de los escaños en vino.

El órdago se ha jugado en clave si-no, pero ahora hay que sentarse a la mesa y negociar. Eso es lo que queda. Un 48% de los catalanes que han votado se han definido inequívocamente independentistas pero la lectura, mal que le pese a algunos, es la de una votación perdida. En la primera vez que Convèrgencia y ERC no consiguen sumar mayoría suficiente para gobernar, hay unos ganadores claros (con el permiso de Ciudadanos, obviamente): las Candidaturas de Unidad Popular (CUP) de David Fernández y el candidato Antonio Baños.

La llave de un gobierno para iniciar un procés que nace cercenado la tendrán los anticapitalistas. Los mismos cuyos críticos definían en clave ciertamente paternalista y condescendiente como minorías "antisistema" y "filocosas" (la que sea). Los mismos "extremistas folclóricos" que han ganado siete escaños y un buen montón de votantes (un 8,25% de los sufragios) en tres añitos. Sus diez diputados son los que podrían dar el gobierno catalán a Junts pel Sí. O a lo que quede de esa lista conjunta en unas semanas.

En las antípodas ideológicas de Artur Mas (a pesar de la públicamente demostrada buena sintonía con David Fernández) se han cansado de repetir en campaña que la independencia no es cosa de un hombre ("no al bonapartismo" decía Fernández este domingo en televisión) y que no harán presidente a un convergente, porque la rima no les gusta y porque sus bases nunca jamás aprobarían cosa semejante. Por aquello de que aquí se levantan las manos en asambleas.

Ahora tendrán que cumplir sus promesas y enviar al president a Canadá, a Suiza o a dónde tenga a bien irse exiliado. Quizás con Junqueras la llave si entre en la cerradura. Quizás con Raül Romeva, el número uno de una lista trampa que escondió a Mas en las catacumbas del número 4, también. Borrarse en una hipotética abstención en la segunda votación de investidura tampoco valdría. Así que habrá que mojarse. Un marrón, para que nos vamos a engañar.

El candidato Antonio Baños lo dejaba claro en la noche del domingo: "Nos gusta retratarnos". No votarán 'Sí' a Mas. Nunca. Jamás. Y "si la abstención no le vale el problema lo tiene él". A partir de aquí, empezará el más democrático de los juegos: ese que consiste en ponerse de acuerdo después de que los ciudadanos depositen la papeleta. Veremos.