Más vale una retirada a tiempo
Amador G. Ayora
De Juan Miguel Villar Mir no tengo más que buenas palabras. Es uno de los pocos políticos que supo crear un emporio industrial desde la nada, mediante la adquisición de empresas cerca de la ruina. Estudiante brillante, número uno de su promoción, llegó a ser ministro de Hacienda durante siete meses con el Gobierno de Arias Navarro y después desarrolló uno de los principales grupos industriales y de servicios españoles. Su labor es reconocida por los diversos gobiernos desde Franco a la actualidad con múltiples condecoraciones que exhibe, como oro en paño, en su despacho.
En tiempos del dictador, recibió las cruces del Mérito Civil y Militar; en la Transición fue premiado con la Gran Cruz de Carlos III y en diciembre de 2011, con el Gobierno de Zapatero en funciones, obtuvo la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica. Su palmarés profesional se vio, últimamente, ensombrecido por varias imputaciones judiciales en asuntos políticos, como el presunto abono de comisiones al PP, aunque sigue acaparando premios y condecoraciones. Para él, el mayor reconocimiento del Estado fue cuando el Rey le creó un marquesado.
Villar Mir es, por méritos propios, una de las mayores fortunas de España. El grupo constructor OHL, en el que ostenta la mayoría, está en el punto mediático desde hace varios meses. El primer golpe provino de las agencias de rating, que hace casi un año bajaron la calificación de la deuda un grado adicional dentro del bono basura. Varios proyectos tienen problemas. Qatar paralizó la construcción de un hospital, poco antes de su entrega. El AVE a La Meca, una de las obras emblemáticas, sufre retrasos debido a las constantes desavenencias con la docena de socios restantes. En España, varias autopistas construidas para el Estado están al borde de la quiebra, sobre todo la famosa M-10 de acceso al aeropuerto de Barajas. Luego se fue conociendo el rosario de grabaciones sobre presuntos sobornos a políticos mexicanos, que golpeó duramente al grupo en bolsa, tanto en México como en Madrid, poniendo en duda la continuidad del negocio de su filial azteca, la más rentable.
Hasta aquí las malas noticias, porque, afortunadamente, también las hay positivas. El grupo presentó esta semana una mejora de resultados del 30 por ciento, apoyado en la buena marcha de sus negocios en Canadá y EEUU y en la rentabilidad que hasta ahora ofrecen estos proyectos problemáticos, así como en la liberación de las garantías que puso para su filial de México.
Villar Mir cogió esta semana pluma y papel y reconoció abiertamente sus problemas de liquidez. Anunció una ampliación de capital por mil millones, equivalente a casi el 70 por ciento del valor del grupo constructor en el parqué madrileño.
Para asegurarse el éxito de la operación, el empresario tendrá que rascarse el bolsillo y vender su activo más preciado, la Torre Espacio. Uno de los cuatro rascacielos que coronan en la actualidad la City madrileña y que acoge la sede de su grupo industrial e inmobiliario, y también la valiosa colección de pintura que ha reunido con el paso de los años. Su última adquisición fue un Goya por cerca de nueve millones. El importe de la venta del rascacielos, alrededor de 500 millones, lo destinará a mantener su control de OHL y sanearlo.
Los enanos también le crecen en otras áreas como Inmobiliaria Espacio, que está viendo retrasada la licencia de construcción de un complejo hotelero de lujo en el centro de Madrid o las cortapisas de las autoridades americanas para la fusión de su negocio de ferroaleaciones.
Todo el negocio está en su cabeza, con una gestión personalista que contrasta con los nuevos aires participativos, que rigen ahora en las empresas. Con 84 años de edad y una angina de pecho, que apenas logró dejarle fuera de combate durante unos días, la etapa del brillante empresario y padre de familia llega inevitablemente a su ocaso. Ahora toca remangarse y volver a levantar un grupo industrial que amenaza con desmoronarse, aunque sea lentamente. Su valor en bolsa se redujo a casi un tercio en comparación con principios de año.
El nombramiento del empresario y político Josep Piqué, al frente de la constructora en España, levantó expectativas, pero finalmente su papel es secundario. Su yerno, Javier López Madrid, consejero delegado del grupo Villar Mir y patrono de la Fundación Príncipe de Asturias, está también descartado como sucesor, desde que se destapó la demanda judicial que libra con una médico por un presunto acoso sexual. Todo apunta a que el futuro responsable de llevar el timón será su hijo Juan, al que nombró vicepresidente en OHL. Pero el empresario se niega a poner en marcha una sucesión ordenada, como hizo el Rey Juan Carlos, al que une tanta amistad, y ahora se felicita por su jubilación. Como decía Miguel de Cervantes, una retirada a tiempo es una victoria.
Quien también resiste presiones de todo tipo para irse es Mariano Rajoy, al que las encuestas siguen siéndole desfavorables. Este viernes compareció ante la prensa para presentar los primeros presupuestos expansivos de su legislatura. Unascuentas que cargan las tintas en devolver el poder adquisitivo perdido a los más de tres millones de funcionarios, así como en mejorar ligeramente el ingreso de nueve millones de pensionistas. Todo para reencontrar a sus votantes, que huyeron con el ruido de los escándalos de corrupción y los efectos de la crisis. A falta de conocer el próximo martes los detalles del presupuesto, se trata de unas cuentas que respetan el objetivo de déficit y se inscriben dentro de la ortodoxia económica que caracteriza a este Gobierno. Esperemos que la incertidumbre política por culpa de Artur Mas, o de un mapa electoral imposible de gobernar no estropee las previsiones.