¿Y si Mariano Rajoy abandonara el barco cual Schettino?
- No es tiempo de tecnocracia, sino de política
Juan Fernando Robles
No, no tiene ninguna obligación de hundirse con su barco. Un político puede dimitir e irse a su casa sin que nadie le vaya a denunciar por abandonar el puente. Quizás si hace un Schettino (en alusión al capitán del crucero Costa Concordia, que dejó abandonada su nave) no estaría tan mal visto y, desde luego, seguramente muchos le agradecerán que deje las labores de salvamento en manos de otro.
En el PP hay mar de fondo y Rajoy está más cuestionado que nunca, pero la forma en que se organiza ese partido le otorga tanto poder que, agarrado al timón, conduce la nave hasta las profundidades del abismo.
Sin liderazgo, sin iniciativas, sin ninguna respuesta ante la debacle de poder que ha sufrido el PP, Rajoy decide hacer lo de siempre ante las crisis políticas: nada. Y en la nada se maneja como a través del plasma, esperando que las cosas se arreglen solas y confiando en que el electorado cambie masivamente de opinión sólo porque las meigas conseguirán que la imagen que no tiene, el liderazgo del que carece y la mediocridad política que expele por todos los poros de su piel consigan convencer a los españoles que más vale lo pésimo conocido que lo pésimo por conocer.
Y así, llega cualquiera que aporte tan sólo media idea y le roba la cartera sin que se inmute. Porque creer que los ciudadanos se van a mostrar agradecidos por lo bien que está encauzando la macroeconomía es como pensar que el que no se come el pollo está satisfecho con que otro se coma dos sólo porque la estadística dice que hay un pollo per cápita. Al menos no hace lo que hizo Aznar, que es regañarnos por lo tontos que somos por no reconocer lo listísimo que es y lo listísima que es su mujer, tanto que entre ella y su mentor, el errático Gallardón, han dejado hartos a los madrileños de PP, que es como conseguir que la curia vaticana reniegue de Dios.
Rajoy nunca ha ganado unas elecciones
Porque Rajoy no ha ganado nunca unas elecciones ni las ganará. Necesita alguien mucho peor políticamente que las pierda y la vida le puso delante a Zapatero, que es como que te toque el bote del euromillón electoral. Pero Rajoy no es Fabra y la lotería, como el cartero, no llama dos veces, y es harto improbable que pueda pegarse un nuevo revolcón en la mesa llena de harina, porque ahora es harina de otro costal.
Ya suenan los violines en la cubierta mientras la proa se llena de agua. Y Rajoy sigue agarrado al timón sin hacer más que mantener el rumbo imaginario de un barco que, en la práctica, no navega y tan sólo se está hundiendo. Como no hay salvavidas para todos, los nervios afloran en cubierta, pero al capitán sólo se le ocurre que siga sonando la música.
Tócala de nuevo, Sam, que la economía va a mejorar tanto que dentro de pocos meses nos van a hacer la ola. La gente votará masivamente cuando se entere del crecimiento del PIB, que es algo que mueve montañas. Y pondrá a Guindos en vídeo conferencia hablando en inglés desde el Eurogrupo cual niño de San Ildefonso para que nos cante el gordo económico que nos está tocando y en peregrinación mariana el personal votará PP aunque ahora haya votado cualquier otra cosa, en plan aparición de la virgen.
¿Para qué hacer nada?
Y siendo todo eso así, para qué hacer nada. Porque si se va, igual llega alguien que hace algo, que dice algo, que mueve algo en un partido que ni sabe ejercer el poder cuando lo tiene, ni en beneficio propio ni en beneficio de nadie, ni sabe vender lo bueno que hace. Cómete el pollo que te toca y calla, que yo he conseguido que haya dos pollos. Y si hemos sido corruptos era por el bien de España, como Pujol lo hizo por el bien de Cataluña. No hay nada que limpiar, ni responsabilidades que asumir, porque lo que importa es el pollo que no te vas a comer, pero que estar, está.
Aunque los méritos de haber evitado, entre titubeos, que España se hundiera en el rescate pudieran ser muchos, aunque estemos creciendo por encima de la media europea y se estén empezando a crear puestos de trabajo y aunque tengamos una estabilidad política que haya permitido todo eso, a muchos votantes no les parece suficiente.
Y quizás no se lo parece porque ni el Gobierno tiene imagen ni sabe venderse, ni el partido se ha regenerado ni lo hará, al menos mientras mande el que manda. No es momento de tecnocracia porque la gente quiere política, pero Rajoy no sabe o no quiere hacer política y ha llegado donde ha llegado porque era un buen segundo del que tenía el poder digital de elegir sucesor en un partido, que como bien señala Rivera, aunque lo dice para montar el cisco, no elige a sus cargos de forma muy democrática, sino con las formas de la dedocracia, es decir, similar a como hace Kim Yong-Un, pero sin darte un cañonazo.