Otro plan es posible: la compra de bonos del BCE no sirve de mucho a estas alturas
- Reducir el coste de la deuda pública solo sirve para ganar tiempo
- No hay que pensar que porque haya crédito habrá demanda solvente
- ¿Por qué no se opta por un Plan Marshall con la impresora del BCE?
Menos mal que cuando se habla de política monetaria, y de inyectar liquidez en el sistema, no es necesario imprimir físicamente dicho montante porque hubiéramos deforestado el Amazonas. A las puertas de un nuevo QE por valor de no menos de 600.000 millones de euros, no son pocas las voces que apuntan a que el nuevo estímulo rondará los 2.000.000.000.000 de euros (y permítanme la cifra numérica por respeto a lo que cuesta ganar uno solo) para que fuera mínimamente efectivo.
En una Europa donde hay que prestar a más de 5 años para lograr una mínima rentabilidad en un bono alemán, cuando el 90% de todos los bonos soberanos que vencen los próximos 15 años ofrecen un cupón inferior al 1%, y donde las primas de riesgo están en mínimos históricos, pienso que hacemos el primo hablando de primas.
Reducir el coste de la deuda ha servido para ganar tiempo, para que los bancos se capitalizaran y mejoraran sus cuentas de resultados y para que los Gobiernos colocaran su deuda sin llevar a cabo grandes reformas. Ahora bien, ni los países desarrollados están generando crecimientos como para sacar pecho, ni se atreven a insinuar cuándo van a subir un cuartillo de punto los tipos de interés por miedo a que el castillo de naipes se desmorone.
Guerra de divisas y deflación
Y lo que es más preocupante: ni aquellos países que han entrado en una guerra de divisas devaluando su moneda en porcentajes astronómicos han sido capaces de alejar a los fantasmas deflacionistas.
Si se cumple el refranero español, y estamos viendo a ambos lados del Pacífico las barbas del vecino cortar, no se porque debemos pensar que a base de QEuropeo vamos a evitar poner las nuestras a remojar. Agravado todo ello porque es esta nuestra vieja Europa llamamos austericidio a una calidad de vida donde el 5% de la población mundial absorbe el 50% del gasto planetario en bienestar. Si a esto le sumamos que en sectores en los que el mundo desarrollado es puntero no son intensivos en mano de obra, está claro que las vamos a pasar canutas para generar empleo y para evitar que los populismos democráticamente acaben llevándose el gato al agua.
Un QE europeo no va a servir para gran cosa porque el tema ya no es una cuestión de tiempo. Más bien lo perdemos discutiendo cuánta deuda de cada país compra el BCE y si incluimos a Grecia o no en el plan. Además de si hay que entrar en la guerra de divisas y que un euro débil reparta suertes.
Quizá un QE comprando deuda estadounidense evitaría los problemas de asignación y pagaríamos una prima compensatoria aunque no redujéramos más las nuestras al otro lado del Atlántico por el robo de competitividad inducido.
Pero Abenomics, la política japonesa, nos enseña que todo esto no soluciona el problema de la deflación. Tampoco hay que pensar que porque haya crédito habrá una demanda solvente para el mismo. Porque la realidad demuestra que el crédito que hay sirve más para comprar competidores o recomprar acciones que para invertir y apostar por crecimiento orgánico.
Medidas para empresas y ciudadanos
Por tanto, es tiempo de tomar medidas que lleguen directamente a las empresas que invierten y al bolsillo del ciudadano que trabaja. Hay que conseguir que estos vean que el BCE y el proyecto europeo no sólo ayuda a bancos y a gobiernos. Algo que premie al que opta por declarar lo que ingresa en lugar de vivir en la economía sumergida o pidiendo responsabilidades a un Estado pseudoprotector.
Hay que aprender del exponencial efecto beneficioso que está teniendo la bajada del crudo en los bolsillos de los ciudadanos y en las empresa que se mueven.
Hay que plantearse un QE fiscal, que las inyecciones vayan a compensar un déficit temporal durante al menos dos años permitiendo a los gobiernos nacionales que bajen impuestos a las rentas del trabajo, a la inversión corporativa y a financiar el abaratamiento de los costes de contratación. Puestos a orinarse en los manuales de macroeconomía, por qué no optar por una especie de Plan Brady o Plan Marshall financiado por la impresora del BCE, que ha generado interesantes plusvalías para "comprar más cartuchos de tinta" gracias a que se ha ido de rositas en las quitas de deuda a Grecia y gracias a las brutales ganancias acumuladas por la reducción de las primas de riesgo de los países periféricos.
Pidamos a cambio mayores concesiones a cada país para poder dar pasos hacia unos Estados Unidos de Europa, pero demos la oportunidad para que sean los trabajadores, los autónomos que crean empresa y las empresas que invierten de verdad los que se gasten esta vez el incremento de balance del BCE.
Los Gobiernos y los bancos ya han tenido su oportunidad. Ahora nos toca a nosotros intentarlo, los que vivimos en la economía real, los que pagamos impuestos. Veamos quién tiene más capacidad de activar los multiplicadores de la economía.
Juan Ramón Caridad es Director del Máster de Finanzas FIA