2015 será el año de Draghi
El año comienza con buen pie. La prima de riesgo perdió los cien puntos. Un nivel desconocido desde hace cinco años, cuando la economía intentaba salir de la crisis, en la que volvió a recaer unos meses después. Las cosas en estos momentos son diferentes. España reemprendió el año pasado la senda del crecimiento gracias a las reformas laboral y financiera, así como a las medidas monetarias introducidas por el Banco Central Europeo (BCE), bajo la presidencia de Mario Draghi. La política monetaria, clave en el relanzamiento de Estados Unidos en los cuatro últimos años, está llamada también a jugar un papel crucial en Europa.
La prima de riesgo perdió este viernes los cien puntos porque Draghi volvió a mencionar la posibilidad de comprar bonos de los estados soberanos. Algo a lo que se opone hasta ahora el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann. Aunque la mayoría de los analistas pronostica que acabará cediendo a las presiones.
Sobre todo, si Europa continúa debilitándose, como mostraron este viernes los medidores de producción industrial, que se acercaron peligrosamente a los 50 puntos, el límite para separar un continente en crecimiento o en recesión.
La caída del petróleo hunde las tasas de inflación, lo que pone en bandeja a Draghi las condiciones para preparar su nuevo programa de estímulos económicos, como reconoció en una entrevista a un rotativo germano. El índice de precios al consumo español concluirá el año con un descenso del 1,1 por ciento, debido a la contracción en el coste de los carburantes.
La caída del precio del dinero abaratará la financiación a familias y empresas e impulsará el consumo y, por ende, la economía durante los próximos meses. Por eso, el optimismo de muchos gobiernos, el de Rajoy a la cabeza, de que 2015 será mucho mejor de los previsto hace unos meses.
La pena es que estos descensos de las primas de riesgo no se deban a las reformas estructurales de los países miembros del euro. Francia e Italia llevan meses deshojando la margarita de las ajustes presupuestarios ante la amenaza de sanciones de la Unión Europea. España hace caso omiso al último llamamiento para profundizar en la reforma de la administración. La deuda pública pronto superará el cien por cien del Producto Interior Bruto (PIB), porque a los despilfarros de todo tipo acabamos de sumar la barra libre en intereses para que las autonomías puedan recortar sus déficit a costa de endeudarse más.
Si además contamos los empréstitos de familias y empresas, la deuda total de España asciende al 230 del PIB, similar a la griega (240 por ciento del PIB), y uno de los porcentajes más altos de Europa. Sólo Francia (322 por ciento) y Portugal (294) lo superan. El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, logró el año pasado rebajar en un punto el déficit público gracias al descenso del coste de la deuda, que dejó un colchón de 18.000 millones, en vez de acometer reformas. Y en 2015, confía en el tirón de la economía, ayudada por la rebaja de los impuestos, para seguir cuadrando las cuentas.
Varias de las amenazas que se ciernen sobre la economía parecen atemperarse. El mercado asumió con una tranquilidad pasmosa la posibilidad de que el líder del Podemos griego, Alexis Tsipras, llegue al Gobierno. No sólo porque Tsipras rebajó sus pretensiones y de la amenaza de no pagar la deuda pasó a reestructurarla, sino porque las posibilidades de gobernar en solitario si venciera son escasas.
Grecia apenas representa un 2 por ciento del PIB europeo, de manera que el temido efecto dominó quedará muy reducido, gracias a que las cuentas del resto de estados miembros del euro están más saneadas que al comienzo de la crisis.
Algo similar ocurre con el fenómeno Pablo Iglesias en España. Sus votantes pueden desencantarse antes de los comicios, tras conocerse el uso de dinero negro para sufragar su campaña o los manejos de su pareja, Tania Sánchez, en el Ayuntamiento de Rivas (Madrid). España, además, no tiene problemas como Grecia para hacer frente al pago de los vencimientos.
Y, por último, se ponga como se ponga Artur Mas, el amago de sufragio celebrado en Cataluña puso sobre la mesa que no hay una mayoría independentista. Y menos si concurre con una lista única con Junqueras, como pretende. Pero quedan aún muchos partidos por jugar antes de las próximas elecciones. El optimismo se abre poco a poco paso, no porque las cifras económicas lo avalen o toda vaya mucho mejor, sino por la confianza en que actúe Draghi. Este será o no será su año. Que Dios reparta suerte ¡Feliz 2015!