Opinión

¿Tiene el BCE un plan?

    Mario Draghi


    Draghi se guardará la compra de deuda pública hasta que los gobiernos muevan ficha.

    La economía de la eurozona está apuntando desde hace tiempo hacia los problemas japoneses con una variante peligrosa, el alto paro. Básicamente encontramos que los países del área euro tienen un nivel de endeudamiento muy elevado, problema que se complica con una banca no saneada -atención a los test de estrés de otoño- y una fuerte caída del crédito. Ante esta situación, familias y empresas responden atesorando liquidez y reduciendo deuda, por lo que el crecimiento se frena a la vez que alimenta la espiral deflacionista. Llegado a este punto y siguiendo con el guión del país nipón es necesario actuar no sólo desde el frente monetario, sino también desde el presupuestario, además de llevar a cabo reformas que desatasquen situaciones como la francesa o la italiana. Esta línea de actuación es la que Draghi enarboló en la reciente reunión de Jackson Hole, allí prometió ajustar sus medidas lo máximo posible, pero lanzó dos mensajes a los países del euro. En primer lugar que "las medidas estructurales nacionales que puedan abordar estos problemas ya no pueden ser retrasadas" y enfatizó que "esta agenda reformista abarca el mercado de trabajo, el mercado productivo y acciones para impulsar los negocios".

    Este jueves el BCE ya se ajustó al plan al articular un conjunto de medidas necesarias aunque tardías. Se aprobó una bajada de tipos hasta hacerlos nulos, cayendo en la ya conocida trampa de liquidez, medida que da por finiquitada la caída de tipos de cara al futuro. Además penaliza amasar euros por parte de los bancos al aumentar el coste de depósito en el BCE. En este sentido la depreciación del euro, uno de los objetivos buscados para incrementar las exportaciones, fue inmediata y puede ayudar a sostener algo los datos de actividad europea. Ahora bien, habrá que estar atentos pues a excepción de EEUU, el resto de países está viendo como sus demandas se resienten. Además, la dinámica de los vetos a Rusia puede deprimir las exportaciones. Esta decisión abre una nueva vía, la de ver tipos bajos durante mucho tiempo, incluso negativos como por ejemplo en letras de los diferentes Tesoros. La siguiente medida, pendiente de concreción, es la de revitalizar el crédito. Para ello se propone iniciar la compra de bonos, que soportan préstamos a familias -cédulas y titulizaciones hipotecarias- y empresas -titulizaciones de sus préstamos-, la cifra de adquisición se situaría por debajo del medio billón de euros. La intención es buena pero el BCE se va a dar de bruces con una realidad, en Europa este tipo de emisiones, especialmente la que viene respaldada por titulizaciones a empresas es muy escasa. Quizá la buena intención del BCE al no tener unos mercados financieros adecuados se quede en tan solo eso, una buena intención; por otra parte cuidado con esta medida no vaya a ser que en España llevé a alimentar a una burbuja inmobiliaria, puesto que nuestro mercado con el alemán son los que tienen un mayor volumen en cédulas hipotecarias.

    Hasta aquí las medidas, luego está la concesión de tiempo adicional para que el resto de responsables en el plan pongan mano a la obra. Algunos echan en falta la compra de deuda pública algo que podría hacer a través de los mercados financieros, sin embargo desde mi punto de vista el BCE se la guarda en la recámara hasta que los gobiernos y las instituciones europeas muevan ficha como decía hace un momento. Recordemos aquella frase con la que abría este comentario en el sentido de que las reformas no pueden esperar. Italia y Francia están detrás del ojo del BCE, ambas economías tienen que acometer reformas de calado en la línea de las que en este país se han llevado a cabo y se han producido. Los avisos y las presiones los han ido deslizando durante el verano, tanto que Francia ha tenido que afrontar una crisis de gobierno que se ha saldado con la salida de los ministros menos proclives a esa agenda reformista que el BCE quiere imponer. Estas medidas en el país galo deben abordarse para rebajar el coste laboral, reformar en profundidad la costosa seguridad social gala, abolición de las 35 horas, reducción del peso del Estado en la economía, reducción de la imposición, control y disminución del déficit. Francia sigue siendo la principal amenaza para el futuro del eurozona, no debemos olvidarlo.

    Pero además, el BCE también le exigirá más a Bruselas, lo que pasa por diseñar una política fiscal común que pueda insuflar vigor a la economía y acompañar a lo poco que le queda ya al banco central. Hasta ahora desde Bruselas se ha pedido recorte, control y saneamiento a los países con cuentas pública deficitarias, no se ha atendido a una necesaria comprensión en la posibilidad de acomodar el déficit a la situación actual, debe además forzar a que el saneamiento venga de la rebaja de los gastos y no de aumentos de la imposición. La Comisión Europea sabe que en esta crisis Alemania así como los países con mejor salud en sus cuentas públicas pueden hacer más y no es otra cosa que promover inversión e impulsar su demanda doméstica, máxime cuando las exportaciones por los problemas económicos mundiales se están resistiendo.

    El BCE parece tener un plan, ahora hace falta la colaboración de los políticos: tomar medidas, agilizar administraciones y sacar la tijera en aquellos aspectos donde los presupuestos derrochan dinero. Saben los políticos que sanear es no subir impuestos sino bajar gasto.