Opinión

De 'amplia reforma fiscal ' a minireforma



    No habrá bajada real de impuestos hasta que no baje la deuda del Estado.

    "Una amplia reforma fiscal que garantizará los ingresos del Estado futuros para mantener el Estado de Bienestar", así presentaba el ministro de Hacienda Cristóbal Montoro hace unos meses lo que a su juicio era una de las "grandes reformas" de la agenda reformista de Mariano Rajoy. Tenía que ser el acicate de los ingresos y la ventana abierta para que las clases medias podamos respirar tras la fortísima subida de impuestos "porque no había mas remedio" del Gobierno en 2011. El susto de la subida de los impuestos un viernes de diciembre nos dejó temblando. Los españoles pasábamos a tener una de las presiones individuales fiscales más altas de la media de la UE. La reforma fiscal, pues, era y es fundamental para un Estado moderno.

    Yo sostengo que no habrá bajada real de impuestos hasta que no baje la deuda del Estado. Es decir, hasta que no se reduzcan las Administraciones Públicas y el coste del sistema de bienestar no podrán bajar efectivamente los impuestos. De hecho, el liberar a los que ingresan hasta 12.000 euros al año de pagar IRPF es un guiño electoral, porque la recaudación era insignificante. En todo caso, se trata de una reforma fiscal sin reforma de las Administraciones Públicas y pendientes de un nuevo pacto que permita una financiación "diferencial" para Cataluña. Así no se puede. Ya que en la agenda política está ver cómo se soluciona la cuestión catalana conviene reintroducir el concepto de competencia fiscal entre las autonomías. Total y absoluta.

    En conclusión el ministro Montoro tiene que abordar los dos problemas de fondo de la economía española: el catedralicio tamaño de la Administración Pública, y la financiación de ese sistema. Pasar de una retención del IRPF del 52 por ciento al 48 por ciento es un gesto, pero francamente, unos impuestos sobre la renta del 52 por ciento era confiscatorio, abusivo e irracional. Ni en los países más ricos y avanzados del mundo existe, en comparación con los ingresos, una presión fiscal individual como la nuestra. Uno es rico en Alemania a partir de unos ingresos de 250.000 euros brutos al año. Hagan cuentas.