Los ricos que en las estadísticas tributarias carecen de existencia
Da la impresión de que las rentas muy altas en España (digamos con llaneza los ricos, pese a lo muy inconcreto y general de término) constituyen para Hacienda algo parecido a lo que la materia oscura representa para los físicos modernos: es algo que ahí fuera está, en el universo, tiene actividad, dado que vibra y hace oscilar a su vez los instrumentos de medición, pero no se puede contar con ella para casi nada.
De idéntica manera, los ricos viven también y deciden, invierten, consumen, incluso hacen ostentación en no pocos casos (horteras los hay en todas las clases sociales), pero eso no parece dotarles de mayor realidad a efectos oficiales.
Veamos qué dicen los números sobre esta especie tan rara, acudiendo a los que maneja la propia Agencia Tributaria, en su Estadística de los declarantes de IRPF. Con frecuencia las cosas se entienden mejor contemplándolas desde los extremos; así que, en este caso, lo que nos interesa es lo que Hacienda distingue como el rico por excelencia, el indiscutible, el purasangre.
Estos son los que tienen una base liquidable general sometida a gravamen superior a 600.000 (atención: aquí no hablamos de los tramos del Impuesto sobre la Renta, con sus diferentes gravámenes; en este último caso, los escalones que dividen a los contribuyentes se establecen de diferente manera).
En otras palabras, son los que, cuando ellos o sus asesores echan un vistazo a la famosa casilla 620 de su declaración, se encuentran con una cifra de esa envergadura.
¿Cuántos son? La Estadística de la Agencia Tributaria no luce por su actualidad (de momento se queda en 2011 y hasta el mes que viene no habrá datos de 2012). Con todo, no está de más hacer un poco de historia y recordar un viejo cálculo que circuló mucho en los últimos años de mandato de Zapatero, cuando se discutía en foros y blogs económicos si se podía hacer algo con los impuestos (o con lo que fuera) que evitase el colapso del país. Así, en 2009, los contribuyentes de mayor renta, los que habitaban la cúspide de la tabla, no eran más de 6.725.
Son pocos de por sí, pero no es esto lo verdaderamente importante: más que el contribuyente de carne y hueso, lo que no es interesa es su renta, y no toda por igual.
A los ojos de Hacienda, lo que convierte a esas personas en verdaderos ricos, lo que realmente marca la diferencia es el tramo de sus ingresos que sobrepasa los 600.000 euros y este último es muy pequeño, si nos atenemos a los datos oficiales tanto que apenas se podría obtener rendimiento de él ni creando un gravamen a medida para este grupo, a no ser que fuera una confiscación de juzgado de guardia.
Lo dicen los números: esas 6.725 personas declararon en conjunto 4.056 millones en 2009 (compárese con los 104.010 millones que correspondieron sólo al tramo de los que ingresan entre 30.000 y 60.000 euros anuales). Supongamos ahora que todos ellos hubieran tenido una renta de exactamente 600.000 euros. Esta última cifra multiplicada por 6.725 arroja un resultado de 4.035 millones, es decir, una cifra muy cercana a los 4.056 que tomamos como punto de partida. Por tanto, lo que convirtió en super-ricos a este segmento de la población es una diferencia de poquísimos millones, poco más de 20.
Veta casi agotada
Las estadísticas de Hacienda asumen así que ésa es una veta ínfima como para hacerse ilusiones de obtener mucho explotándola. Es más, siguiendo con la Estadística de la Agencia Tributaria, en los años posteriores a 2009, incluso los números se hicieron más pequeños. Así, en 2010 el número de contribuyentes en cuyas casillas 620 se leían guarismos mayores de 600.000 euros era de 5.128; un año después, subió sólo ligeramente hasta 5.541. En cuanto a la cantidad declarada por todos ellos también se redujo respecto a los estándares de 2009: 3.400 millones en 2010; 3.734 millones en el ejercicio posterior. Hay pocos ricos oficialmente, parece que cada vez menos, así que adivinen quiénes tendrán que seguir siendo el sostén del sistema.