Opinión

El Big Bang de Europa diez años después



    La ampliación de la UE benefició a los antiguos y a los nuevos socios del Este.

    Hace diez años se unieron a la Unión Europea ocho países del antiguo bloque soviético, junto con los Estados insulares de Malta y Chipre; con ellos, la membresía de la UE se incrementó de 15 a 25 Estados. En ese momento se temía que esta ampliación hacia el oriente fuese a crear tensiones dentro de la UE, ya que los nuevos miembros de Europa central y oriental eran pobres y algunos tenían grandes sectores agrícolas. Debido a que la UE realiza gastos principalmente en regiones pobres y en agricultores, muchos se preocupaban acerca de la posibilidad de que la ampliación fuese a sobrecargar el presupuesto de la UE.

    Al final, este problema se resolvió a través de un compromiso europeo típico que permitió que se llevara a cabo la ampliación en el número de miembros, a pesar de que el presupuesto, como proporción del PIB de Europa, se redujo. En gran medida la agricultura ha desaparecido como un elemento importante en la agenda de la UE. Por otra parte, el horizonte de planificación bajo el Marco Financiero Plurianual de la UE implica que el asunto de quién paga por quiénes tiene que ser abordado solamente una vez cada siete años.

    El propósito de la integración económica es, en última instancia, impulsar el crecimiento del PIB y mejorar los niveles de vida. Juzgada desde esta perspectiva, la ampliación del número de miembros ha funcionado bien. Durante la pasada década, los países en transición han alcanzado en gran forma los niveles de los otros.

    A mediados de la década de 1990, el PIB per cápita de muchos países en transición se encontraba a un nivel que alcanzaba alrededor de un cuarto a un tercio del PIB de los países que conformaban la antigua UE-15 (en términos de paridad de poder adquisitivo). Alguna de la distancia había sido acortada hasta el momento en el que los nuevos Estados miembros finalmente se unieron a la UE, pero el proceso de convergencia continuó, incluso durante la crisis financiera.

    El nivel de ingresos de los nuevos miembros ha llegado a ubicarse en aproximadamente dos tercios del nivel de la UE-15. Además, los ingresos de los nuevos miembros más pobres fueron los que aumentaron más; a diferencia de lo que ocurrió con los miembros más pobres de la UE-15, como Portugal y Grecia, que al presente retrocedieron a los niveles de ingresos que vieron por última vez en la década de 1990. Esta convergencia es la razón por la cual los solicitantes de empleo provenientes de los Estados miembros del Este no están abrumando a los mercados laborales más ricos de la UE-15.

    En un principio, se constituyó como una fuente de tensión el hecho de que al inicio los nuevos miembros eran mucho más pobres; sin embargo, esto resultó ser una fuente de ventaja económica para ambas partes, ya que las empresas de la UE-15 (especialmente las empresas alemanas) pudieron externalizar tareas intensivas en trabajo. Los países de la UE-15 ganaron en términos de competitividad mundial, mientras que los países que prestaron servicios se beneficiaron con las inversiones directas, los puestos de trabajo y la transferencia de conocimientos que tanto necesitaban. En términos puramente económicos, la ampliación fue claramente una propuesta mutualmente beneficiosa.

    Por supuesto, otros aspectos de la ampliación no han funcionado tan bien. Una gran parte de la ayuda que ha fluido desde el presupuesto de la UE hacia los nuevos Estados miembros se utilizó para proyectos de prestigio que enriquecieron a las empresas de construcción locales. Y, a pesar de que este problema no es específico de los nuevos Estados miembros -ya que esto también sucede en países como Italia o Grecia que tienen sistemas administrativos lentos e ineficientes, donde prima una corrupción generalizada- dicho problema se agudizó a consecuencia de la ampliación de miembros; de hecho, muchos de los miembros de países del Este aún tienen administraciones públicas de menor calidad en comparación con lo que uno puede encontrar en el núcleo de la UE.

    Por lo tanto, la ampliación debe ser vista como un éxito calificado. Uno de los mayores temores, específicamente que las instituciones de la UE se verían abrumadas por la absorción simultánea de diez nuevos miembros, tampoco llegó a materializarse. Los nuevos Estados miembros se han integrado sin problemas en las instituciones de la UE, en las cuales defienden sus intereses nacionales prácticamente en la misma manera que lo hacen los miembros más antiguos. Las dificultades que la UE ha atravesado en los últimos años tienen poco que ver con el aumento del número de Estados miembros, que ahora ha llegado a 28.

    La consecuencia más importante de la ampliación hacia el Este de la UE ha resultado ser una que pocos imaginaron en aquel entonces: la ampliación llevó a la Unión Europea mucho más cerca de Rusia. Y, para una Rusia que se ha vuelto autoritaria y que ha visto cómo la UE puede transformar a los países en transición que se esfuerzan en democracias cada vez más prósperas (aunque imperfectas), Europa se encuentra demasiado cerca y esto le incomoda. La perspectiva de una relativa prosperidad y libertad resultó ser tan atractiva para los ciudadanos de Ucrania que derrocaron a un presidente que prefería una "Unión Euroasiática" liderada por Rusia, en vez de un acuerdo de asociación con la UE.

    Desafortunadamente, una minoría significativa en el Este de Ucrania no comparte esta "vocación europea" y se siente amenazada por el reciente giro de acontecimientos. Rusia apoya estas tendencias y ha utilizado medios militares y otros medios autoritarios para avivar las tensiones, debido a que el régimen ruso podría verse amenazado por el ejemplo vivo de una Ucrania "europea" que sea democrática y próspera.

    Por lo tanto, diez años después, la ampliación está llegando a ser algo distinto a lo esperado. Los desafíos internos han resultado ser manejables, pero ahora la UE tiene que enfrentarse a un desafío externo para el que se encuentra mal preparada. No vamos a tener que esperar una década para averiguar si la UE puede ayudar a estabilizar Ucrania, mientras que al mismo tiempo confronta a una Rusia cuyos líderes se sienten amenazados por los valores fundamentales de democracia y estado de Derecho de la UE.