Opinión

El patriotismo de Cañete

    Arias Cañete


    Montoro, como cabeza de lista por Sevilla, apoya a Cañete y frena los ajustes.

    Cañete intentó resistirse como gato panza arriba para no ser candidato a la Unión Europea, pero al final no tuvo más remedio. No había otro mejor. En el PP se temía que Rajoy saliera con alguien desconocido, como hizo con el secretario general del partido en Andalucía. Pero esta vez se optó por lo clásico, los experimentos con gaseosa. Los analistas políticos creen que el Gobierno se juega mucho en estos comicios, porque aún siendo cierto que no son lo mismo las elecciones europeas que las nacionales, una derrota sembraría de incertidumbre el futuro. Especialmente en los mercados financieros, que han apoyado de manera entusiasta su política económica del PP.

    A diferencia de otros países del sur de Europa, como Grecia o Italia, la amplia mayoría parlamentaria de Rajoy ha permitido tomar medidas de ajuste sin pestañear. Cualquier signo de que esa mayoría absoluta pueda resquebrajarse en el futuro pesará negativamente sobre la economía. Y más con el desafío soberanista catalán aún por resolver y con el PSOE envuelto en su nirvana.

    Rajoy es partidario de sustituir en su Gobierno solo a Cañete y dejar para más adelante el reemplazo de Luis de Guindos. El político que más papeletas tiene para tomar el relevo en Agricultura es Javier Arenas, como adelantó elEconomista esta semana. Con este movimiento, Rajoy cumpliría también con las expectativas de compensarlo tras ser apeado de la secretaría general en Andalucía por Juan Manuel Moreno.

    Agricultura es un ministerio clave para la comunidad autónoma presidida por Susana Díaz. Por eso, en estos días cobra relevancia la batalla que se libra por el control del grupo Deoleo, propietario de marcas de aceite como Koipe, Elosúa o Carbonell. Cañete en persona capitanea los movimientos para mantener la españolidad.

    Primero pidió a La Caixa y Kutxabank que mantengan su participación en el capital (alrededor del 20 por ciento junto a Unicaja) y ahora maniobra para que la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (Sepi) compre los paquetes de Ebro Puleva y de Hojiblanca, en caso de que ésta última cumpla su amenaza y se desprenda de él.

    Hojiblanca, bajo la dirección de Antonio Luque, montó en cólera cuando supo que el fondo americano de capital riesgo CVC Partners tomaría el 29 por ciento, justo por debajo del porcentaje necesario para lanzar una opa. Pero nada es del color que parece. Cañete se ha asegurado el compromiso de CVC de que no intervendrá en la gestión de la compañía, que seguirá en manos de su actual consejero delegado, Jaime Carbó. Además, tiene planes para que el porcentaje español supere al del fondo americano.

    El flamante candidato europeo intentó ayer calmar los ánimos de Luque para que Hojiblanca se integre en el núcleo hispano junto a las antiguas cajas. Pero la cooperativa andaluza está a las órdenes de la Junta de Andalucía que, en ocasiones, defiende intereses contrapuestos a la Administración central. Si no lo consigue, hará que la Sepi incremente la participación estatal en la próxima ampliación tras adquirir el 2,2 por ciento de Ebro.

    El ministro intentó que Bankia siguiera en Deoleo, pero su presidente, Ignacio Goirigolzarri, se agarró, al parecer, al argumento sobre la imposibilidad de las entidades rescatadas de suscribir capital de terceros por el memorando firmado con la Unión Europea. El plazo para la desinversión obligatoria se extendía hasta 2017.

    Es evidente que Cañete allana el camino a su sucesor, sobre todo si finalmente es un andaluz de pro como Arenas, aunque sus maneras se apartan muchísimo del talante liberal con el que había prometido gobernar el PP. Me figuro que el aún ministro de Agricultura intenta que Andalucía sea un granero de votos para su partido gracias a estas prácticas. Lo que no sé es qué cara se le habrá quedado al comisario Joaquín Almunia, encargado de velar por la libre competencia, porque de una manera u otra Cañete se saldrá con la suya.

    Un colaborador necesario en la operación es el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. El titular de Hacienda es uno de los más interesados también en la operación, como jienense y cabeza de lista por Sevilla en las pasadas elecciones generales. Bajo su régida está la poderosa Sepi. El ente público que preside Ramón Aguirre ya jugó un papel parecido en Indra. Ante la posibilidad de que cayera en manos de una multinacional francesa, adquirió el 20 por ciento que vendía Bankia, y en estos momentos atesora unas plusvalías latentes de alrededor de 400 millones. Una de las operaciones bursátiles más rentables firmadas por una empresa pública española. Las perspectivas para Deoleo son también óptimas.

    Montoro es, además, el encargado de reconquistar el favor de los funcionarios y de contener el enfado de miles de militantes dentro de su partido, en el que cunde la sensación de derrota por los recortes que se han visto obligados a acometer en los últimos años. El ministro anunció esta semana una prórroga de dos años en los pagos del plan de proveedores para aliviar la tensión financiera de los municipios y ofrecerles de paso un poco de margen para volver a gastar.

    Asimismo, incrementará el número de funcionarios por primera vez en la crisis, después de devolverles dos días moscosos y restituir la paga de Navidad, poniendo en juego el cumplimiento del déficit público del pasado ejercicio. Hacienda argumenta que el incremento del empleo público, en alrededor de 700 funcionarios más de lo previsto, es irrisorio comparado con las 14.000 plazas que quedaron sin cubrir en los últimos dos años. La cuestión no está en el número, sino en la política de gestos, ya que es una señal para el resto de Administraciones Públicas para que hagan lo mismo, pese a que existen aún muchos ajustes por hacer.

    Los planes de privatización de empresas públicas como Aena o algunas líneas de Renfe entran también en hibernación hasta después de los comicios. Las lecciones de la crisis apenas han servido. Los gobernantes siguen aferrados a las políticas patrióticas financiadas con el dinero de todos para cosechar los votos con los que seguir en el machete.