Opinión
Si Suiza limita los salarios, el resto también
Las encuestas dicen que hay un 44% de suizos a favor y otro 44% en contra de la medida.
¿Poner límites a lo que ganan los altos directivos? ¿Una repartición legalmente vinculante de los ingresos? ¿Leyes que obligan a los consejos de administración a contabilizar lo que se pagan a sí mismos? Parece el manifiesto de un grupo 'Ocupa Wall Street' pero, dentro de poco, podría describir la situación en Suiza. El país famoso por sus exiliados fiscales y el secretismo bancario podría dar este fin de semana un primer paso hacia revertir el estallido de las pagas de los directivos que se viene observando desde hace una década.
Este domingo, Suiza celebrará un referendo que, de aprobarse, obligaría a las empresas a limitar el salario máximo que pagan a doce veces el mínimo. Según las encuestas, la votación pende de un hilo y puede decantarse hacia cualquier lado. Los grupos empresariales han lanzado las advertencias lógicas de peligro sobre el éxodo del talento directivo si se aprueba la ley, con consecuencias nefastas para los gigantes de la industria suiza. Sin embargo, los suizos podrían estar haciéndole un favor al mundo. La brecha entre lo que ganan los directivos de las empresas y las personas que trabajan para ellos ha estallado, pese a la poca evidencia de que las empresas estén mejor gestionadas, sean más productivas o ganen más dinero para sus accionistas. Si los suizos ponen fin a este follón, podrían estar dando un ejemplo útil al resto del mundo. Suiza no es precisamente un país radical; cuesta imaginar un país pequeño más sobrio, de derechas y con mínima fiscalidad. Siempre ha favorecido a los negocios, lo que tal vez explique por qué es uno de los países más ricos del mundo. Y, aun así, hasta los suizos se empiezan a plantear preguntas peliagudas sobre lo que ganan sus altos directivos. A principios de año, el país votó a favor de convocar un referendo que obligue a los consejos de las empresas a obtener una autorización explícita de los accionistas respecto a sus salarios, además de imponer límites estrictos a la firma de bonificaciones y dividendos pero el voto del domingo irá todavía más lejos, al limitar lo que las empresas abonan a su empleado mejor pagado a 12 veces el salario del que cobra menos.
A muchos suizos parece gustarles la idea. Hace un par de semanas, las encuestas indicaban un 44 por ciento a favor y 44 por ciento en contra, con el resto indeciso. Una encuesta de la semana pasada anunciaba que los partidarios del no están ganando terreno. Aun así, podría decantarse en cualquier sentido y, por muy radical que suene la propuesta, es posible que acabe convirtiéndose en ley.
No es difícil entender por qué. La brecha entre los salarios máximos y medianos de las empresas tecnológicas cotizadas en el índice de referencia del mercado suizo creció de 13/1 en 1998 a 43/1 en 2011, según cifras de la asociación sindical suiza. La diferencia entre el salario más alto y el más bajo es todavía mayor, de nada menos que 93/1. Y Suiza no es precisamente una excepción. El índice de ingresos entre los consejeros delegados y asalariados de las 350 empresas más grandes de EEUU es de 231/1, según el Instituto de Política Económica. Miremos donde miremos, los jefes cada vez se hacen más ricos. Es una tendencia global y hay pocos indicios de que vaya a cambiar. Todo lo contrario, los extremos parecen distanciarse. La pregunta interesante es si realmente se trata del mercado libre haciendo lo suyo, como sostienen quienes defienden los altos salarios de los consejeros delegados, o si es más bien un fallo del mercado.
No está demostrado que a los dueños de las empresas (los accionistas) les esté yendo mejor. Pongamos el Reino Unido por ejemplo, un país que ha vivido la misma explosión de sueldos ejecutivos que Suiza o EEUU. Si nos fijamos en la década 2000-2010, un informe de la consultoría IDS ha descubierto que el salario de los altos directivos de las 350 mayores empresas cotizadas creció un 108 por ciento. En ese mismo periodo, el valor de esas empresas sólo aumentó un 8 por ciento. El índice FTSE británico no es más alto de lo que era en el año 2000 y, sin embargo, el salario de las personas que dirigen las empresas del índice ha aumentado entre cuatro y cinco veces (más un 14 por ciento sólo este año, según un informe publicado esta semana).
De los tres grupos de personas que componen una empresa (empleados, directivos y propietarios), resulta extraño que uno de ellos haya visto tanto incremento en sus remuneraciones frente a las de los demás. ¿Ha mejorado la dirección de empresas cinco veces desde hace una década? ¿Se ha multiplicado la complejidad por cinco? Parece que no. En algunos casos, la gestión es incluso peor (algunos de los mayores salarios de Suiza los pagan los bancos, que han tenido que ser rescatados por el contribuyente). En Suiza se están desempolvando los argumentos previsibles contra el referendo. Los grupos empresariales aseguran que socavará la competitividad de la industria suiza cuando los directivos se marchen a otros países donde puedan ganar más. Se sugiere que muchos empleos mal pagados se deslocalizarán, por lo que el múltiplo de 12 afectará a los oficinistas y no a los trabajadores manuales. Si la ley se aprueba, ya lo veremos. Quizá Nestle, Novartis y demás estarán al borde del colapso. O tal vez descubran que pueden seguir como si nada. Unos cuantos altos directivos buscarán empleo en otra parte pero no se les echará de menos. Por lo general, se puede sustituir a un ejecutivo por otro sin que cambien mucho las cosas. La propuesta no es anti empresarial necesariamente. Es cierto que nadie puede oponerse a que los emprendedores ganen mucho de dinero (asumen riesgos, crean empleo y riqueza, y por eso se lo merecen) pero la ley sólo se aplica a los salarios y los empresarios amasan sus fortunas por estar al frente de un negocio, no pagándose a sí mismos un sueldo muy alto.
Se ha montado un buen follón con los salarios ejecutivos. Los directivos se sientan en los consejos de administración y tienen la costumbre de votar aumentos cuantiosos de sus propios sueldos. Ni los trabajadores ni los accionistas se benefician. Una proporción de 12-1 parece bastante extrema, tanto como 93-1. Cuando menos, sería útil que un país experimentara fijando límites a los salarios de sus directivos para que el resto del mundo observe y pueda decidir si hace lo propio. Tal vez descubramos que los directivos no necesitaban ganar tanto pero los empleados y accionistas podrían cobrar un poco más.