Opinión

La hora de la verdad para la economía global: hay motivos para un optimismo prudente

  • China, EEUU y Europa tomarán sus decisiones y se ajustará la economía


En la canícula del año, Milán es más tranquila que muchas ciudades de Europa. Sus habitantes se han ido y, al contrario que en París o en Roma, los turistas no les sustituyen. Aquí y en otros lugares, las personas, las empresas, los gobiernos y los mercados se toman un respiro, descomprimen y reflexionan. Los problemas económicos de Europa estarán ahí, esperándoles, en septiembre.

Cuando se acabe el verano, la incertidumbre sobre los grandes problemas será la orden del día y no sólo en Europa. Las protestas inesperadas en Turquía y Brasil han suscitado dudas sobre la sostenibilidad económica y social del crecimiento en los mercados emergentes. Los incendios en las fábricas de ropa de Bangladesh han puesto en tela de juicio la gobernancia de las cadenas de suministro global.

En Estados Unidos, la Reserva Federal insinuó una reducción de su política de facilitación cuantitativa a finales de año y, en consecuencia, empezó a desarrollarse una especie de comercio de acarreo global, basado en las condiciones monetarias en los países avanzados que provocó un ajuste de los créditos y turbulencias en los mercados de las economías emergentes.

Probablemente sea sólo un anticipo de la complejidad de la salida del modelo de crecimiento asistido post-crisis que ha prevalecido en EEUU, Europa y ahora en Japón. El posible impasse político de EEUU en septiembre sobre el presupuesto y el techo de la deuda complica todavía más el panorama.

La incertidumbre se disipará

Y, aun así, gran parte de la incertidumbre actual está abocada a disiparse. En los próximos meses se conocerán las decisiones políticas altamente transcendentes (o la ausencia de ellas) en partes sistemáticamente críticas de la economía global, con efectos importantes para los índices de crecimiento, los precios de los activos y la confianza en general.

De entrada, el nuevo liderazgo chino se ha alejado de un estímulo fiscal y monetario excesivo, y ha asumido la recesión económica, apostando por el cambio estructural, la reforma sistémica y el crecimiento sostenible a largo plazo. Las señales clave vendrán de la reunión plenaria del partido comunista chino a principios de otoño.

Las reformas chinas apoyarán el viraje económico, reforzando el sentimiento e impulsando las previsiones de crecimiento, o no estarán a la altura y serán una decepción. Lo más probable es que la atención se centre en el tamaño y la naturaleza de la intervención estatal en los mercados. De cualquier manera, con el futuro del gran motor del crecimiento de la economía global en juego, los efectos se harán notar por todo el mundo.

¿Crecerá EEUU sin el apoyo de la Fed?

En EEUU, el desapalancamiento económico ha progresado bastante más que en Europa. El país se está ajustando estructuralmente y generando un crecimiento real del PIB (ajustado a la inflación), aunque muy por debajo de su ritmo potencial anual del 3-3,5 por ciento. El sector comercializable se expande y no depende del apalancamiento para generar demanda agregada.

Se podría pensar en la economía estadounidense como un motor de ocho cilindros funcionando con cinco, debido al desapalancamiento residual, la consolidación y el arrastre fiscal, las carencias inversoras del sector público, y las dudas sobre la salud financiera y la seguridad de los hogares de renta media (el espinazo de la demanda agregada nacional). El empleo a media jornada se propaga y podría convertirse en la nueva norma del mercado laboral.

También está la cuestión del modelo de crecimiento asistido del Fed. ¿Está lista la economía de EEUU para crecer sin un apoyo político anormal? Parece obvio que reducir las compras mensuales del Fed de títulos a largo plazo a finales de año provocará la realineación de los valores de activos en los mercados financieros. Los efectos para la economía real son otra fuente más de incertidumbre.

Pese a cierta turbulencia transitoria en el mercado, las consecuencias generales seguramente sean positivas. El efecto beneficioso de las opciones de riesgo/rendimiento disponibles para los inversores/ahorradores (incluidos los fondos de pensiones) compensará el mayor coste de la deuda. En efecto, un subgrupo importante de los motores de crecimiento en el sector comercializable no depende de la deuda de bajo coste.

Europa: estabilidad gracias al BCE

No se puede decir lo mismo de Europa, donde las elecciones generales alemanas en septiembre se consideran un barómetro clave de la continuidad del compromiso con el euro. El programa de operaciones monetarias simples (OMT) del Banco Central Europeo (aunque condicional, limitado a la deuda a corto plazo del gobierno e inutilizado por ahora) parece haber estabilizado los mercados de deuda soberana de la Eurozona, aunque en un entorno de crecimiento bajo o nulo.

Aun así, las OMT dependen del apoyo alemán. Lo que no está tan claro es cuánto va a durar, dados los retos del crecimiento y el empleo en el sur de Europa (y la aparente incomprensión entre políticos y ciudadanos en cuanto a la ausencia de soluciones a corto plazo).

En Italia, el debate se centra en los impuestos en general y en el minúsculo impuesto sobre bienes inmuebles en particular. El impuesto sobre la renta (y, por ende, la carga impositiva al empleo) es alto pero el país es relativamente rico, sobre todo en términos de activos inmobiliarios en los balances de los hogares. Por eso, subir los impuestos inmobiliarios y bajar los de la renta contribuirá a crear una economía más dinámica y competitiva.

Sin embargo, ése es no es exactamente el tema de debate público actual. Las importantes reformas de liberalización que mejorarían la flexibilidad económica y el ritmo de los ajustes no están en la agenda, sencillamente (por la de confianza subyacente de los votantes).

Es importante porque el sector privado en Italia (y España) no alcanza la flexibilidad estructural presente en EEUU (y en Alemania desde las reformas de 2003-2006). Pensemos ahora en un motor de ocho cilindros que no funciona con cinco sino con dos o tres como mucho. (Desde luego, las reformas del mercado laboral español promulgadas a principios de año podrían empezar a impulsar el empleo y mejorar la competitividad y el crecimiento en el lado comercializable de la economía, restringido en gran medida por una productividad baja, no por una demanda débil).

La opción por defecto en el contexto del punto muerto político (una estrategia paralizante de crecimiento lento, centrada excesivamente en la austeridad fiscal y con un alto índice de paro, sobre todo entre los jóvenes) es improbable que siga siendo viable mucho tiempo. En algún momento, la agenda política apuntará a la reforma real o el sentimiento estará cada vez más en contra del euro.

Por fortuna, esta incertidumbre incómoda no va a durar mucho (ni en Europa ni en el resto del mundo). Los líderes chinos tomarán sus decisiones, al igual que los votantes alemanes. El Fed aclarará la dirección de la política monetaria estadounidense. Los mercados se ajustarán y tranquilizarán. Las distorsiones empezarán a deshacerse.

Sin desestimar los riesgos a la baja, conservo un optimismo prudente sobre el panorama de la economía global. Con más claridad política china y estadounidense, ambas economías deberían cobrar impulso. Y eso dará a los países en desarrollo (muchos de ellos enfrentados a decisiones complejas de política interna) un viento a favor, mientras facilita la gestión de los importantes desafíos en Europa y en Japón.

Michael Spence. Premio Nobel de Economía. Profesor de la Universidad de Nueva York y miembro titular de la Hoover Institution.