Un estreno no deseado: subida del IVA
La subida del IVA y la reducción prevista de las cotizaciones sociales son una devaluación interna.
Ya la tenemos aquí. Las vacaciones de agosto han terminado y llega la cuesta de septiembre que, a diferencia de la de enero, hemos de soportar con un calor que la hace aún más complicada. En definitiva, recordemos que se mantiene un IVA superreducido del 4 por ciento -aunque con menos productos-; el tipo reducido pasa del 8 al 10 por ciento, y el general, del 18 al 21 por ciento. El motivo básico es la reducción del déficit público que tenemos, superior al 6 por ciento del PIB, y que hemos de reconducir hasta el 3 por ciento en 2014. Ello sólo se consigue subiendo ingresos o bajando gastos. El Gobierno ha retrasado la medida todo lo que ha podido por el pernicioso efecto que puede tener en el crecimiento de la economía. Si suben los precios los consumidores gastaremos menos. Pero es que el punto de partida clave es que los inversores internacionales no están dispuestos a seguir dejándonos dinero a un precio razonable para que sigamos teniendo déficit. Con esta medida, el Gobierno prevé recaudar 22.100 millones adicionales hasta 2014. Las ayudas que nos puedan llegar del Mecanismo de Europeo de Estabilidad están condicionadas -nos guste aceptarlo o no- a la consolidación fiscal, y, dado que el tipo medio del IVA en España es inferior al de la zona euro, su subida estaba cantada. España recauda por este concepto el 5.5 por ciento del PIB, mientras que la media de la zona euro es el 7.3 por ciento. No sé si el efecto llamada -anticipar las compras antes de la subida del impuesto- habrá sido muy efectivo esta vez, como lo fue en la última ocasión. De entrada, hemos tenido menos tiempo para tomar decisiones y el mes de agosto no es muy favorable para hacerlo, y menos con olas de calor.
Una primera pregunta es qué subida de precios se repercutirá al consumidor. En efecto, algunas empresas ya han anunciado que asumirán ellos la subida, lo que implica que el comprador final no verá aumentado el precio del producto, pero también que la empresa vendedora tendrá un menor margen bruto y con ello unos menores beneficios. Algunas grandes compañías ya han anunciado que no lo repercutirán en el precio final, como Mercadona, Inditex, Carrefour o Ikea. Si es cierto, es posible que al final el aumento de precios esté entre el 1,5 por ciento y el 2,5 por ciento. En todo caso no es imaginable que veamos aumentar la inflación, que se sitúa en este momento alrededor del 2 por ciento, en un entorno recesivo como en el que nos encontramos, a pesar de que esta medida es claramente inflacionaria.
Otro punto que me gustaría destacar es que en el fondo estamos haciendo una devaluación encubierta si juntamos esta medida con la reducción prevista de las cotizaciones sociales. En realidad, al abaratar el coste de los productos nacionales frente a los importados que soportan el IVA estamos favoreciendo las exportaciones y perjudicando las importaciones. Ello nos debería llevar a un efecto positivo, que es seguir disminuyendo el déficit de la balanza de pagos -que llegó a ser el segundo del mundo-. Es cierto que las materias importadas serán más caras, en especial la gasolina, que ya está en máximos históricos y soportará un aumento adicional impositivo. Otro asunto es cómo financiaremos el déficit de la Seguridad Social, aparecido ya en 2011, si encima disminuimos las cotizaciones sociales. Pero esto es motivo de otro artículo.
Los sectores mas afectados son los que pasarán del 8 al 21 por ciento. Se trata, entre otros, de eventos culturales, peluquerías, ópticas, gimnasios y material escolar. Aquí sí que el consumo puede disminuir fuertemente, y es normal que cunda la preocupación. Además, son sectores que ya venían sufriendo una caída de ventas notable. Los clubes deportivos y las cadenas de gimnasios han visto decrecer el número de socios o clientes en estos tres últimos años, ya que es lo primero que eliminas si te quedas en paro o lo hace algún familiar y hay que reducir el gasto conjunto. Asimismo, hemos visto cómo abrir una peluquería ha sido la solución escogida por trabajadoras que se han quedado sin empleo, puesto que exige una inversión inicial y una formación asequibles.
En definitiva, no nos queda otra que reducir el déficit público, y parte de esta reducción ha de ser por la vía del aumento de impuestos. Con la actual recesión, que nos llevará a que el PIB de 2012 caiga como mínimo un 1.5 por ciento, no es fácil que tengamos tensiones inflacionistas por el aumento del IVA, y la subida de precios oscilará entre el 1,5 por ciento y el 2,5 por ciento, según la parte del aumento que las empresas asuman en interno y no lo repercutan en el consumidor. Esperemos en todo caso que, de aplicarse las reducciones en las cotizaciones, el aumento de la productividad nos permita exportar más y, con ello, que crezca la economía española, aunque paguemos el coste de encarecer las importaciones. No hay duros a cuatro pesetas. He dicho pesetas con cariño, sin segundas intenciones, que sigo defendiendo el euro.