Opinión

Editorial: Las vacaciones de Merkel



    ¿Alguien ha visto al euro ahogándose? Cual vigilante de la playa mientras los responsables del invento estaban de vacaciones, el BCE ha tenido que salir en su socorro comprando durante la pasada semana 22.000 millones de euros en títulos de Italia, España, Irlanda y Portugal.

    Por el momento, la operación ha tenido éxito al conseguir que se reduzcan los tipos que abonan Madrid y Roma. Sin embargo, algunos expertos alertan de la escasa sostenibilidad de estas adquisiciones, ya que las cantidades que requerirán tanto hispanos como transalpinos podrían hundir el balance del BCE.

    De hecho, esos 22.000 millones ya superan las cifras previstas. Muchos, sobre todo en Alemania, denunciarán que se está monetizando la deuda, es decir, que se está financiando a los Estados a costa de que ello más adelante se sufrague bien con inflación o bien teniendo que recapitalizar las pérdidas en las que incurra el BCE. Y eso es algo que costearán todos los ciudadanos.

    Empujado por las circunstancias y consciente de que no cuenta con flotadores para todos, el siempre pudoroso Trichet esta vez se ha desnudado y tirado a la piscina. Temía que un pánico dejase al sistema financiero de nuevo al borde del colapso. De vacaciones por el Tirol, Merkel piensa que puede dejar que llegue el agua al cuello a todos, de modo que pueda imponer sus condiciones en la eurozona al tiempo que queda bien ante su electorado. Sin embargo, la canciller ha cometido un craso error.

    Pese a leer la biografía de Stalin, no ha captado el paralelismo: no se ha enterado de que las fuerzas de la crisis han tomado Europa, incluido Alemania, mientras ella demoraba sus decisiones.