Opinión

Bill Emmott: ¿Rebaja de 'rating' a EEUU? El único riesgo real de impago está en la UE



    La semana pasada fue disparatada, y esta semana promete ser también un tanto confusa gracias a dos factores: la primera rebaja de la calificación crediticia de la deuda pública de EEUU por parte de Standard & Poor's, y el último corrillo de emergencia de los funcionarios financieros de la eurozona. Sorprendería que los mercados financieros se tornen aburridos y se tranquilicen.

    Afortunadamente para los entendidos y los presos del pánico, es improbable, ya que la situación subyacente es realmente ambigua: es al mismo tiempo mejor y peor de lo que parece.

    Es mejor que la recalificación crediticia sea en EEUU que en Europa, que es donde radica el auténtico peligro de suspensión de pagos y de nuevos desplomes financieros. Aunque podría decirse que la situación europea es mejor de lo que parece porque dispone de una solución en mano para evitar los impagos en la eurozona, sin embargo, la cuestión se halla en si esta solución es políticamente aceptable, especialmente para Alemania.

    Tal vez piense que son palabras gnómicas, aunque no más indescifrables que las señales de los mercados en los últimos días. En esta semana supuestamente desastrosa para Washington, que culminó con la humillación de la recalificación crediticia (de AAA a AA+), ¿qué hicieron el dólar y los bonos del Tesoro estadounidenses? Ambos elevaron su valor, lo que para los bonos significa que los costes de los préstamos bajaron.

    Hay que admitir que fue una semana en la que los refugios seguros adquirieron popularidad entre los inversores, razón por la que tanto el oro como el franco suizo se situaron entre los ganadores. Pero se dice que los inversores huyen de la deuda pública por razones de seguridad, y EEUU es el mayor deudor de todos. Por tanto, es paradójico, por decir una palabra, que los bonos del Tesoro estadounidenses se consideraran refugios junto con los bonos ingleses y los alemanes.

    Con poco empleo el crecimiento es complicado

    Una posible explicación es el lento crecimiento de Estados Unidos, algo que podría aliviar las presiones inflacionistas, aunque en junio aún logró crear suficientes empleos nuevos para permitir que la tasa de paro descendiera. Este lento crecimiento resulta desalentador, pero no tan terriblemente sorprendente. Al igual que en Inglaterra, los hogares sobreendeudados han recortado sus gastos y han reorientado las deudas.

    Mientras que la creación de empleo sigue siendo escasa y los ingresos se mantienen o van a la baja, el crecimiento sólo puede proceder de la inversión o de las exportaciones, y ninguno de ellos parece sano y feliz. La buena noticia ha sido el precio del petróleo, que baja. Lo que refleja la escasez de la demanda, pero también podría, si se mantiene la caída, reanimar las economías occidentales.

    La recalificación crediticia de S&P no supone un cambio de escenarios. Aparte de la política suicida respecto al techo de deuda, los enemistados políticos estadounidenses hicieron lo que hacía tiempo deseaban: aplazar la auténtica reforma fiscal hasta después de las elecciones de 2012, incluso si al hacerlo afianzaron una política fiscal contraccionista para el próximo bienio e imposibilitaron un nuevo incentivo fiscal del Tesoro. Este incentivo sólo puede venir de la Reserva Federal con una tercera ronda de impresión de dinero o relajamiento cuantitativo, el QE3.

    La estampa de EEUU no es agradable

    La imagen de Washington no es bonita ni políticamente responsable, y deja a las empresas inmersas en una confusión sobre lo que sucederá con los impuestos y el gasto público a partir de 2012. Aun así, el riesgo de una catástrofe financiera es todavía escaso, ya que no existe ninguna perspectiva de suspensión de pagos del Gobierno y los bancos no parecen estar expuestos a ningún nuevo peligro. Se antoja curioso ver China sermonear a EEUU sobre la necesidad de vivir acorde con sus medios cuando es la falta de voluntad de Pekín para permitir que su moneda se incorpore al mundo moderno mediante su libre negociación lo que le ha obligado a invertir 3.000 billones de dólares en la compra de valores extranjeros, principalmente bonos estadounidenses, para poder frenar la subida de su moneda.

    Sin duda, el término Schadenfreude, la alegría provovada por el sufrimiento ajeno, debe tener un buen equivalente en el idioma mandarín, y China pronto podrá utilizarlo dado que recientemente ha sido un entusiasta y fanfarrón comprador de bonos de Grecia, Portugal y otros deudores de la eurozona. En EEUU, el lento crecimiento ha provocado la caída de los rendimientos de los bonos y, por tanto, de los costes de los préstamos. Pero el lento crecimiento en el sur de Europa ha tenido el efecto contrario, con unos rendimientos de los bonos públicos italianos a diez años que han más que duplicado los pagados por Estados Unidos, y los tipos a diez años de Grecia han quintuplicado a los de EEUU.

    ¿Por qué? Porque en el mundo occidental el único lugar en el que existe un riesgo latente de impago de la deuda pública y de unas nuevas y grandes pérdidas de los bancos y de otras instituciones financieras es en la eurozona.

    Irónicamente, los Gobiernos de la eurozona han aumentado este riesgo haciendo lo correcto, pero no lo suficiente. Hicieron lo correcto cuando el 21 de julio reconocieron que Grecia no podía atender su enorme deuda pública y, por tanto, la necesidad de que sus acreedores asumieran las pérdidas mediante el recorte de sus tipos de interés y la ampliación del vencimiento de sus deudas. El problema es que sigue manteniéndose la incertidumbre de si esto será suficiente para reducir la deuda helena y que vuelva a ser solvente.

    Pero también dichas pérdidas para los acreedores privados han proyectado una sombra sobre otras deudas del sur de Europa. Más allá de las insulsas declaraciones políticas, no se han encontrado medios que garanticen que Grecia sea una excepción y no una nueva regla. Esto provocó el divertido espectáculo en Roma de Silvio Berlusconi, el primer ministro bunga-bunga de Italia, que acudió al parlamento para decir que su país no afrontaba una crisis, y a los dos días anunció un paquete de reformas económicas destinadas a solucionar esta crisis. Si se producen estas reformas, el euro en cierto modo funcionará: habrá conseguido que Roma liberalice su economía, lo que, al igual que otros países del sur, debería haberse hecho desde el mismo lanzamiento de la moneda en 1999.

    ¿Por qué no se ha resuelto la crisis de la eurozona?

    Menos divertida es, sin embargo, la política y el dilema político que explica el porqué todavía no se ha resuelto la crisis de deuda de la eurozona. Los Gobiernos europeos tienen una sencilla pero dolorosa elección ante sí: que los países con una moneda común deben adoptar una responsabilidad colectiva para las deudas públicas emitidas en esta divisa, en cuyo caso la solución es la emisión de unos bonos de la eurozona colectivamente garantizados para ser cambiados por los bonos griegos, irlandeses, portugueses, españoles e italianos, según la necesidad, al igual que los nuevos bonos Brady de menor rentabilidad fueron cambiados por deuda latinoamericana durante la década de los 80; o asumir la ruta del amor conflictivo y decidir que las deudas públicas sigan siendo responsabilidad nacional y que los que no paguen deben abandonar la zona euro.

    No hay un camino intermedio. La mejor apuesta es la elección de la responsabilidad colectiva, que el euro sobreviva y que, una vez finalizada la lucha, se busquen las nuevas reglas y tratados que se necesitarán para tranquilizar a los impositores alemanes en lo que se refiere a la idea de que su dinero es malgastado por griegos e italianos. Cuanto más se retrase esta elección, no obstante, mayor será el riesgo de que algunos bancos europeos sean incapaces de aumentar los fondos y de que se produzca una nueva cadena de desplomes.

    No es inevitable una nueva crisis financiera, pero sí que se antoja posible, salvo que la eurozona tome pronto una decisión.

    Bill Emmott. Exdirector de The Economist. © The Times.