J. R. Pin Arboledas: La Trinca y el Postdebate
Podíamos haber ido de ingenuos y esperar un debate constructivo, racional y consensual. Pero hubiese sido eso, una ingenuidad. Por tanto, tuvimos lo esperable en la actual situación política, que no económica, una trinca entre el presidente y el líder de la oposición.
El primero, reconociendo los fracasos económicos incontestables, pero alardeando de éxitos pasados (de los buenos tiempos en los que el paro estaba en mínimos), dando esperanzas (con un dato de crecimiento del PIB de difícil credibilidad para finales de 2011) y reprochando a la oposición su falta de colaboración.
Ésta, respondiendo con los datos del fracaso (los cinco millones de parados actuales); con la falta de confianza que genera el Gobierno (un diferencial de la deuda soberana española que llegó a 300 puntos respecto al bono alemán) y la necesidad de acabar con lo que calificó de "agonía innecesaria" al no convocar elecciones anticipadas. En fin, un desarrollo de acuerdo con el guión que podría haber escrito cualquier observador de la vida política de los últimos meses.
Quizás no es lo que la razón económica pedía, pero sí lo que la razón política exigía. Ahora ya está: sólo queda sacar conclusiones al postdebate.
El trabajo en la sombra
De cada Debate sobre el Estado de la Nación, lo más importante no es lo que ocurre en el Hemiciclo. En su interior, sus señorías actúan de oyentes y asisten a su desarrollo en la función de aplaudidores y animadores de los protagonistas. Pero mientras transcurre la sesión, trabajan afanosamente dos tipos de personas: los expertos en comunicación de las fuerzas políticas y los asesores técnicos de los grupos políticos. ¿Por qué?
Porque lo relevante en este caso es: a) la repercusión mediática en términos de popularidad de cada protagonista; b) las proposiciones que los grupos parlamentarios presenten al final del debate. A estos dos objetivos se dedican con ahínco los aparatos de los grupos parlamentarios y los partidos.
Hoy tendremos en los medios de comunicación la clasificación sobre quién ha ganado el debate. La respuesta a si la opinión pública, o publicada, cree que el Gobierno tiene justificada su permanencia o si deben adelantarse las elecciones generales; que es lo que se debatía de verdad. Lo demás será irrelevante. Irrelevante salvo que alguna moción de las presentadas sirva para algo. Aunque a estas alturas no parece que sea así.
De manera que el debate ahora se encuentra en la letra impresa de los periódicos, en las ondas radiofónicas o en las imágenes de las televisiones. Y no podía ser de otra forma en una sociedad mediática, porque la trinca política ha dejado las cosas como estaban: un Gobierno ansioso de agradar al que sus errores lastran, y una oposición que ve llegar su oportunidad sin disimularlo.
Queda como anécdota el emotivo aplauso socialista a un discurso presidencial que ha sonado como una despedida personal. La duda es si esos aplausos han respondido al cariño y el agradecimiento a un líder que les brindó victorias; al alivio de quienes, dentro del PSOE, consideran que era necesaria su salida para reducir una esperada derrota; a simple cortesía o a que les había prometido su permanencia en el escaño el máximo tiempo posible. Cada lector que elija su alternativa.
J. R. Pin Arboledas, profesor del IESE. Cátedra de Gobierno y Liderazgo en la Administración Pública.