Editorial: Un espejismo turístico
En sendas entrevistas concedidas a este diario, dos de los principales gestores de hoteles de España revelan su preocupación por el estado del sector turístico.
Gabriel Escarrer Jaume, vicepresidente de Meliá Hotels, y Raúl González, consejero delegado de Barceló Hoteles, coinciden al afirmar que la actual bonanza que atraviesa el turismo español es pasajera, pues la mejora se debe en un 90 por ciento a los sucesos acaecidos en el Norte de África y Oriente Medio, y esa inestabilidad no durará para siempre.
E incluso en estas circunstancias, todavía el 50 por ciento de la demanda es nacional y, dado que la débil coyuntura de la economía va para largo, parece difícil que esa parte tire de la cuenta de resultados. Ese cliente doméstico tiende cada vez más a salir sólo en vacaciones, renuncia a las escapadas y gasta menos.
Además, los inmuebles son caros y por tanto la rentabilidad es baja. De ahí que nuestros grandes grupos hoteleros extraigan la mayor parte de sus beneficios del exterior, pese a que el grueso de sus activos se encuentra en España.
De modo que la hostelería tiene que aprovechar la primavera árabe para fidelizar a los extranjeros. Al sector le gustaría volver a los precios de 2007, pero debe ser consciente de que la competencia es fuerte y hay que seguir mejorando la calidad y variar la oferta al tiempo que se contienen tarifas, sobre todo si tenemos en cuenta que la burbuja también las había inflado.
Ha de buscar la forma de desestacionalizar la demanda y ofrecer más cultura, no sólo el sol y playa. Por desgracia, tal diagnóstico rebaja fuste a quienes puedan esperar que el turismo tire de la economía lo justo para salvar los muebles.