Opinión

Steen Jakobsen: Rescate luso, ¿el final del camino?



    He pasado dos días en Portugal, y me he ido sintiendo que está peor de lo que creía. Y no sólo fiscalmente, también por la aparentemente inamovible negación de la situación por parte de la clase política. Toda su retórica comienza con absurdos paliativos que intentan explicar a los votantes que las cosas podrían ir a peor, que hay países cuya situación es más grave, etc. De ningún modo, señores políticos. Las cosas están muy mal en Portugal. Es difícil encontrar un país que malgaste más dinero manteniendo el empleo público sólo por satisfacer intereses especiales, en lugar de por el propio interés del servicio público.

    Un ejemplo. Portugal es uno de los tres países europeos con más gasto per cápita en educación, pero en las encuestas de calidad está entre los últimos del continente. La mayoría de médicos trabaja por 4.000 ó 5.000 euros al mes durante 30 años para obtener una pensión garantizada por el Estado, sólo por trabajar en turnos de tarde, para permitirse la calidad de vida que desean. No hay ningún incentivo o dinámica para abandonar el sector público, pues todo el mundo está motivado únicamente para alcanzar la seguridad de la pensión pública, que apenas garantiza un nivel de vida tolerable.

    ¿Cómo puede Portugal convertirse en un país más dinámico y competitivo? Aquí entra la naturaleza especial lusa. A lo largo de la Historia, Portugal ha respondido bien cuando los extranjeros le han llamado la atención, y el duro paquete de condiciones planteado por la UE y el FMI puede ser el comienzo de algo mejor. Pero existe el riesgo de que el rescate actúe como una herramienta de este sistema de posponer y disimular, al mantener la liquidez por algunos años más. Las elecciones de junio serán claves aquí.

    Aplicando el microcosmos luso al panorama general en Europa me queda claro que:

    1. El mercado infravalora la voluntad y capacidad del sistema político de la UE para seguir con el juego de posponer hechos, es lo que yo llamo relajación cuantitativa hasta el infinito. Se trata de la interminable serie de rescates para cada recién llegado, y la garantía de que el calvario de liquidez seguirá dándose con cada corrección del 10 por ciento en la renta variable.

    2. En relación con el primer punto, está la primera norma de la política en una democracia: el coste político percibido de no hacer nada en el corto plazo y de comprar tiempo es casi siempre menor al de tomar una decisión tajante. Pero las normas están para romperlas y, a veces, la dicotomía del político le obliga a escoger entre los riesgos de actuar con mano dura o la certeza de una muerte política.

    Un ejemplo de lo segundo es Grecia, el primer país rescatado. Con su deuda a dos años cotizando al 25 por ciento, ¿cuál es el potencial de un golpe sobre la mesa (en forma de gigantesca quita de la deuda) comparado con seguir posponiendo y disimulando? Sarkozy y Merkel tienen que empezar a pensar en una reelección en 2012 ó 2013, así que forzar ahora el inevitable acuerdo de bancarrota les ahorrará una campaña pro-rescate que les garantice un fracaso electoral. De ahí que apueste porque se reestructurará la deuda griega antes de finales septiembre. Es matemáticamente imposible que no ocurra.

    De vuelta a Portugal, el periodo de gracia en el que no tiene que rendir cuentas de sus problemas estructurales debe acabar poco después de los comicios. Si no ocurre, la grave matemática fiscal asegurará que Lisboa, por cortesía de la UE y el FMI, tenga un crecimiento cero o peor. Es decir, tendríamos la garantía de que el país no crece lo suficiente para llenar las arcas, cubrir su deuda y reducirla.

    Steen Jakobsen es economista Jefe de Saxo Bank.