Opinión

Editorial: Otra jornada atómica



    La central de Fukushima vivió ayer nuevos capítulos con los que componer una magnífica película de catástrofes de los 70: una misión aérea con el fin de volcar agua para enfriar la planta fue abortada; se detectaban más emisiones de radiación; las dudas continuaban sobre si los sistemas de contención podrían aguantar; y el tercer reactor contaba con plutonio, la materia explosiva con la que se hacen las bombas.

    El miedo cobraba vida, abonando el terreno para otro castigo en los mercados. Respecto al tsunami, ya se podían estimar unos daños asumibles para la economía... pero nadie ponía cifra a una incertidumbre nuclear. Algunos expertos ya hablaban de posibles interrupciones en el suministro mundial de bienes.

    Del mismo modo que en la crisis financiera, ayer se apuntaba que las cadenas de producción están conectadas y alcanzan magnitudes globales, y que la especialización nipona todavía provee buena cantidad de piezas, sobre todo electrónicas, para unas fábricas acostumbradas al just in time.

    Se hablaba del encarecimiento de productos y de que tales acontecimientos podrían elevar la presión sobre unos beneficios de las compañías que precisamente ya estaban empezando a reducir sus expectativas de mejora. Y todos apostaban a que una inmediata repatriación de fondos nipones para financiar la reconstrucción deje secos los mercados.

    Para colmo, el petróleo recuperaba la senda alcista porque incluso China, desesperadamente sedienta de energía, ha tenido que suspender su expansión nuclear, imprescindible para aguantar sus ritmos de crecimiento. En tal situación, los títulos queman. Es el caldo de cultivo perfecto para mayores problemas.