Julio Anguita: El dogma del equilibrio
El dogma del déficit cero consagrado en Mäastricht como objetivo de política presupuestaria sensata e impulsora de la creación de empleo ha vuelto a ser planteado en primera línea de las exigencias a los gobiernos de la Unión Europea.
Han quedado atrás los años en los que la vigilancia sobre esta cuestión se dejó en suspenso para así no tener que reñir a los dos grandes infractores de esta norma: Alemania y Francia.
La exigencia estricta de los equilibrios presupuestarios no es otra que hacer el dinero escaso y caro para mayor rédito de quienes se benefician de esa situación de escasez y carestía: bancos y demás concreciones del capital financiero.
Hace años que desde la óptica del pleno empleo se defendió una política monetaria expansiva sin más límite que la incidencia negativa que sobre el empleo pudiera tener ésta.
Pero en las actuales circunstancias de paro y precariedad, ceñirse dogmáticamente a la consigna del equilibrio presupuestario por encima de toda otra consideración es primar los intereses de una minoría sobre los de la inmensa mayoría.
Los defensores del rigorismo presupuestario aplican la lógica de la contabilidad privada al sector público y muy especialmente a quien tiene la capacidad de crear dinero de la nada: los Gobiernos.
En consecuencia, la exigencia de déficit cero e incluso de superávit, conduce al crecimiento cero de la oferta monetaria y de ese modo se logra anular la posibilidad de financiar las necesidades sociales.
Naturalmente que la crítica de los defensores del dogma se atempera cuando la creación de masa monetaria se produce para paliar los problemas, dificultades y penurias que ellos han creado y les afectan en primera instancia.
Lo que ocurre en la actualidad más coetánea es que los detentadores del poder político ha tiempo que fueron abducidos por los que viven de la escasez, carestía y movilidad de capitales.
Julio Anguita. Ex coordinador general de IU.