El papel de tonto útil
El ex presidente de la Generalitat, Josep Tarradellas, y luego su sucesor en el cargo, Jordi Pujol, solían decir que los catalanes debían tener cuidado cuando venían a Madrid porque el Gobierno se dedicaba a bailarles el agua y a cepillarles, pero cuando volvían a casa aparentemente satisfechos y echaban cuentas, se percataban de que apenas habían avanzado en sus reclamaciones.
Ésta es la impresión que se llevó, el lunes pasado, de su visita al Palacio de La Moncloa el actual presidente, Artur Mas, quien se mostró muy comedido durante la rueda de prensa posterior. Su negativa a ajustar más el gasto y subir los impuestos, como le pidió Zapatero, confirma esa sensación.
Mas trajo peticiones bajo el brazo por unos 16.000 millones, 10.500 sólo en emisión de deuda, y se volvió con permiso para refinanciar los primeros 2.500 millones más otros 790 millones de inversión en infraestructuras, y la promesa de que tendrá voz y voto en la gestión de El Prat. Visto así, el montante es ridículo comparado con la solicitud.
En el resto de España, sin embargo, la opinión es justamente la opuesta. La mayoría de presidentes autonómicos y alcaldes de ciudades con problemas económicos -como Gallardón- armaron la marimorena cuando se conoció la autorización para refinanciar la deuda catalana. El Ejecutivo del socialista Montilla infringió la normativa que condiciona la refinanciación a un déficit inferior al 2 por ciento.
La rectificación del Gobierno, al dejar que todas las autonomías sigan endeudándose, confirma su gigantesca capacidad para la improvisación. A partir de ahora, difícilmente podrá prometer en Europa que va a meter en cintura a las autonomías con decisiones como ésta. Pero el presidente necesita el apoyo de CiU. Los nacionalistas catalanes y vascos han planteado en la sombra una alianza al Ejecutivo para que se mantenga en el poder. Una propuesta endemoniada a la que Zapatero no tiene más remedio que agarrarse para sacar adelante sus proyectos y seguir gobernando.
La vinculación oficial al nuevo poderío catalán es mayor si repasamos la actualidad. El Gobierno logró sacar adelante hace un par de semanas el pacto social gracias a que un catalán de pro, el presidente de la CEOE, Joan Rosell, apeló al sentido de Estado para firmar un documento que, en algunos aspectos como la reforma laboral, empeora notablemente las condiciones de despido para los empresarios, a los que representa. Éstos y la Prensa hemos hecho, en esta ocasión, mutis por el foro en atención a que es un recién llegado.
La alianza con otro conocido y prestigiado catalán, Isidro Fainé, presidente de la Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA), es esencial en el pulso que la vicepresidenta segunda, Elena Salgado, mantiene con el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, para configurar el esquema de exigencia de capital de las cajas. Los términos de la reforma, contenidos en la carta enviada a Fainé por Salgado y filtrada a la prensa por esta última, violan las competencias del Banco de España y apelan a criterios, como capital principal, que no están recogidos en ninguno de los tratados de Basilea II y III, sin que nadie en la patronal de cajas se rasgue, hasta ahora, las vestiduras.
La laxitud de este tipo de vocablo apunta a que se convertirá en una bocamanga por la que Salgado suavizará la legalidad al gusto de la patronal para evitar la revuelta en el sector. Artur Mas pidió en la comparencia posterior a su entrevista con Zapatero que no exigiese a CatalunyaCaixa y a Unnim más que a los bancos europeos. No creo que fuera por casualidad.
La vinculación del Gobierno central con CiU fue beneficiosa en el pasado. De Zapatero depende que lo sea también en esta ocasión. Debe aprender a decir no cuando corresponda, si no quiere que su situación se asemeje a la del presidente egipcio, Hosni Mubarak. Los dos grandes aliados en sus 30 años en el poder, la Francia de Sarkozy y la América de Obama, han sido los mayores detractores en su caída y los primeros en negarle su apoyo.
Ni CiU ni PNV se acordarán de él cuando se vaya. Cómo decía el mexicano Emiliano Zapata, "más vale morir de pie que vivir de rodillas". En castellano, es lo que se dice hacer de tonto útil.