Opinión

Antonio Papell: Zapatero-Mas, el reencuentro



    La entrevista de ayer en Moncloa entre el presidente del Gobierno y el de la Generalitat ha tenido lugar cinco años y diecisiete días después de que Zapatero y Mas -entonces líder de la oposición en Cataluña- se reunieran el 21 de enero de 2006 para acordar la última versión del Estatuto de Autonomía.

    El Estatuto no llegó a buen puerto y Zapatero no cumplió su palabra de apoyar a Mas en 2007 para que éste, a la cabeza del partido más votado, formara gobierno en Cataluña: se reeditó el Tripartito.

    Estos precedentes enturbiaron seriamente la relación PSOE-CiU y la personal entre sus líderes. Es opinable hasta qué punto los incumplimientos fueron voluntarios o fruto del propio juego aleatorio de las democracias, en que el poder de los gobernantes es obviamente limitado.

    En cualquier caso, los intereses particulares de las dos formaciones hegemónicas en España y en Cataluña y de sus respectivos líderes son irrelevantes hoy, cuando de lo que se trata es de restablecer unas relaciones institucionales que son vitales para varios objetivos: la superación de la crisis económica por ambas partes; el establecimiento de unas relaciones fluidas y creativas entre el Estado y la comunidad autónoma más rica y potente; y, a medio plazo, la recuperación de un espíritu cooperativo entre dos formaciones políticas que han trabajado juntas en el pasado con evidente sentido del Estado para garantizar la estabilidad del país.

    El reencuentro oficial, saldado con acercamientos, se ha producido en momentos en que la crisis parece haber llegado al punto de inflexión, si bien estamos aún muy lejos de haber salido del abismo. El riesgo de intervención de nuestra economía se ha alejado, pero no ha desaparecido, y el control del déficit es una necesidad poco flexible.

    Sin embargo, y como se esperaba, el Estado pondrá los medios para que Cataluña pueda vencer la extrema postración financiera en que la ha dejado irresponsablemente el Tripartito.

    Asimismo, se atenderán sus demandas de transferencias mediante la pertinente negociación. Y en el horizonte, esta relativa normalización, aún muy alejada del clima pacífico que debe pretenderse, habrá de dar paso a una negociación política de gran calado para evitar que la poda del Estatuto termine interiorizándose como un elemento de insoluble ruptura entre Cataluña y el Estado.

    Antonio Papell. Periodista.