Oriente eleva el riesgo de estanflación
Los levantamientos en Túnez y ahora en Egipto tienen importantes repercusiones económicas y financieras.
Aproximadamente dos tercios de las reservas mundiales verificadas de petróleo y casi la mitad de las de gas se encuentran en Oriente Medio, por lo que el riesgo geopolítico de la región es una fuente de picos en los precios del petróleo que tiene consecuencias globales.
Tres de las últimas cinco recesiones mundiales se han producido después de una conmoción geopolítica en Oriente Medio que desembocó en un pico en los precios del petróleo.
En las otras dos, los precios del crudo también desempeñaron un importante papel. La guerra de Yom Kippur de 1973 desencadenó un brusco incremento que llevó a la estanflación global -recesión con inflación- de 1974-75. La revolución iraní de 1979 llevó a un aumento estanflacionario similar de los precios del petróleo, que desencadenó la recesión de 1980 (una recesión de segunda vuelta para Estados Unidos en 1980 y 1982).
La invasión iraquí de Kuwait de agosto de 1990 llevó a un encarecimiento del petróleo en un momento en que la crisis del ahorro y el préstamo ya estaba llevando a EEUU a la recesión; después, Estados Unidos y las economías más avanzadas entraron en una breve recesión que duró hasta la primavera de 1991, cuando se ganó la guerra contra Irak.
Incluso en la de 2001, impulsada por la explosión de la burbuja tecnológica, el petróleo desempeñó un papel modesto mientras la segunda intifada palestina y otras tensiones más amplias de Oriente Medio desembocaron en un incremento discreto aunque significativo de los precios.
Las cotizaciones del petróleo también fueron significativas en la más reciente. EEUU entró en recesión en diciembre de 2007, siguiendo al descalabro de los préstamos de alto riesgo, pero se extendió a todo el mundo en otoño de 2008. Ésta no se vio impulsada exclusivamente por el daño colateral de la quiebra de Lehman.
En el verano de 2008, los precios del petróleo se habían doblado aproximadamente en 12 meses, alcanzando un pico de 148 dólares el barril. Aquello supuso unas condiciones comerciales absolutamente negativas y un auténtico shock para los ingresos, no sólo para EEUU, la mayoría de Europa y Japón, sino también para China y todos los demás mercados emergentes importadores netos de energía o petróleo. Una economía global que ya era frágil se vio empujada a la recesión mundial absoluta.
¿Quién se contagiará?
Todavía no sabemos hasta dónde se extenderá el contagio político de Oriente Medio en la región e incluso más allá (¿sería posible que un gran productor de petróleo como Venezuela fuera objeto de una Revolución de los Jazmines?). Tampoco sabemos si el riesgo de alteración en el suministro de petróleo llevará a un alza significativa de los precios. Hasta las turbulencias políticas regionales que no alteran directamente los suministros de petróleo pueden elevar los precios, como ocurrió durante la guerra de 2006 entre Israel y Hezbolá en Líbano, en la que subieron brevemente de 60 a 80 dólares.
Pero se corre el riesgo de que el asalto a las autocracias de Oriente Medio no desemboque en democracias estables, sino en regímenes más radicales e inestables. Evidentemente, nadie debería simpatizar con gobernantes asociados con la corrupción, la pobreza, altas tasas de desempleo y desigualdad de ingresos.
Y cabría esperar que los acontecimientos de Túnez y Egipto terminen en elecciones libres y gobiernos representativos de las necesidades y aspiraciones de las masas oprimidas.
Pero la experiencia reciente de elecciones libres y democracia en Oriente medio ha sido decepcionante: la revolución iraní llevó a un régimen autoritario y opresivo controlado por fundamentalistas islámicos; las elecciones de Gaza desembocaron en el alzamiento de los radicales de Hamas; Líbano ha visto el ascenso de Hezbolá, un Estado radical y perfectamente armado dentro de un Estado; y la invasión estadounidense de Irak ha traído con-sigo guerra civil y una pseudo- democracia inestable que cada vez corre más el riesgo de verse controlada por grupos radicales y chiíes.
Y existen otros peligros en la región: el riesgo de una confrontación militar entre Israel e Irán por la proliferación nuclear; el conflicto no resuelto entre Israel y Palestina; una Turquía que se está desprendiendo geoestratégicamente de Occidente, y sumida en un conflicto diplomático con Israel; y unas minorías chiíes descontentas en Bahrein, Arabia Saudí, Yemen y otros regímenes suníes.
Ahora parece que la conmoción política de Túnez y Egipto se está extendiendo a Jordania, Argelia, Marruecos, Yemen, Bahrein, e incluso podrían ir a continuación Arabia Saudí y Siria.
Aún antes de las recientes conmociones políticas de Oriente Medio, los precios del petróleo se habían incrementado por encima de los 90 dólares, impulsados no sólo por los principios fundamentales de una recuperación económica global, sino también por factores no fundamentales: un chorro de liquidez destinado a los activos y productos básicos en los mercados emergentes fomentado por unos tipos cercanos a cero y la facilitación cuantitativa en las economías avanzadas; impulso y comportamiento gregario (como en 2007-08); y un suministro limitado y no elástico de la nueva capacidad petrolífera. Ahora los precios del petróleo rondan los 100 dólares el barril.
No puede descartarse lo peor
Este incremento -y el aumento relacionado en otros precios de los productos, especialmente los alimentos- empuja la inflación en unas economías emergentes ya recalentadas en las que los precios del petróleo y los alimentos representan hasta dos tercios de la cesta del consumo; también supone unas condiciones comerciales negativas y un shock para las rentas disponibles de las economías avanzadas, que se encuentran prácticamente fuera de la última recesión y que experimentan una recuperación anémica.
Habida cuenta de la atonía de los mercados de bienes y trabajo, el incremento de los precios de los productos básicos podría propiciar una primera ronda de efectos inflacionarios, sin los perjudiciales efectos secundarios sobre la inflación subyacente. Pero si los precios del petróleo subieran mucho más, estas economías se ralentizarían bruscamente y algunas podrían incluso sufrir una recesión de segunda vuelta.
Finalmente, la elevación de los precios de los productos básicos aumenta la aversión al riesgo de los inversores y puede acabar en una reducción de la confianza del consumidor y de las empresas, negativa tanto para los mercados financieros como para la economía real.
Cabría esperar que los acontecimientos de Túnez y Egipto desemboquen en una transición sin contratiempos hacia unos nuevos regímenes democráticos y estables. Pero no puede descartarse el riesgo de unos resultados más inestables y radicales.
Tal agitación y el consiguiente peligro de que haya nuevos repuntes bruscos de los precios de la energía suponen un grave riesgo para una economía mundial que sólo estaba empezando a recuperarse de su peor crisis financiera y recesión de las últimas décadas.
Nouriel Roubini. Presidente de RGE y profesor de la facultad Stene School of Business, New York University.