José Luis González Vallvé: Éxodo evitable de nuestra ingeniería
La situación de crisis económica en nuestro país ha supuesto fuertes recortes presupuestarios en los últimos dos años que afectan muy duramente al sector de la ingeniería, que a medio y largo plazo pueden suponer la desaparición de centenares de empresas y una emigración de profesionales -esta vez cualificados- que recuerda a la de los años 60 a otros países.
El sector observa con preocupación cómo -al igual que los investigadores científicos- los ingenieros se verán obligados al paro o a la emigración económica a otros países donde desarrollar su know-how si no se pone remedio a la situación actual.
El pasado mes de junio, el Gobierno implantó un duro plan de ajuste para rebajar el déficit público del 11,4 al 3%, resultando el sector de la ingeniería uno de los más afectados, al depender principalmente de la iniciativa pública, y ser el Ministerio de Fomento el que más inversión ha suprimido.
La paralización y la suspensión de proyectos que han provocado estos recortes tienen un coste muy elevado para el erario público, ya que lo realizado pierde su valor y necesita reparaciones que habrá que realizar en su día, pero, además, la gran bajada de la contratación ha hecho que a fecha de hoy se hayan perdido aproximadamente 2.000 empleos entre ingenieros y consultores. Si continúa el descenso en la contratación, se perderán 9.000 puestos de trabajo más al terminar el año, a los que habrá que sumar el 30% de los ingenieros que a día de hoy no encuentran trabajo en el sector en nuestro país.
Como consecuencia, muchos tendrán que emigrar a otros países, con la pérdida añadida que eso supondrá para la ingeniería española, para el desarrollo de la economía, y para la investigación e innovación en nuestro país, en lo que supondrá una fuga de cerebros similar a la que hemos tenido que afrontar con los científicos durante años.
De hecho, según varios estudios, hasta la llegada de la crisis económica, los profesionales españoles que emigraban al extranjero eran los investigadores, médicos y biólogos, pero, a partir de ella, éstos han sido desbancados por ingenieros, arquitectos e informáticos, que han perdido sus trabajos en nuestro país.
Esta fuga de cerebros implica también la pérdida de la inversión realizada por el Estado en la formación de cada ingeniero que se marcha. La formación de un ingeniero cuesta, de media al año, unos 60.000 euros a lo largo de su carrera, y a ella habría que sumar, si no remediamos la situación, el coste de cada ingeniero en paro, que se eleva a los 40.000 euros por año.
La marcha de estos profesionales supone, también, un salto hacia atrás en el avance investigador. No en vano, los ingenieros civiles y consultores investigan, diseñan y construyen nuestro presente, y no podemos olvidar que con el fuerte retroceso de inversión en obra pública retrocedemos en todo lo que habíamos conseguido en los últimos veinte años: aunar en obras públicas la innovación, experiencia y formación de los ingenieros que han intervenido en ellas, logrando la excelencia en la gestión y creando fórmulas para garantizar diseños sostenibles medioambiental y económicamente.
Esta experiencia es la que ha situado a las empresas de ingeniería españolas en uno de los primeros lugares del mundo, y a nuestros ingenieros entre los mejor preparados y aceptados socialmente. Pero si queremos mantener nuestro prestigio y queremos una opción segura, como la vía de la tecnificación, para salir de la crisis, no debemos permitir más falta de inversión que empuje a los profesionales a un éxodo sin retorno.
José Luis González Vallvé es presidente de Tecniberia.