Opinión

Juan José Zubeldia : La búsqueda de un consenso operadores-proveedores-usuarios



    En un artículo anterior se describían y analizaban los aspectos técnicos y económicos de ese debate más amplio de la neutralidad de los operadores, dentro de una sociedad que camina hacia un Internet Abierto. Pero también hay que plantearse la cuestión de cómo se satisface mejor el interés general y la inversión en un entorno de competencia global, si ajustando la calidad de servicio y el precio a las necesidades de cada usuario o, por el contrario, teniendo un Internet igual para todos.

    En el primer caso, con una red segmentada por calidades, se desconoce qué efecto tendría dicha fórmula en la innovación y evolución de los servicios. En el segundo caso, habría que dar una calidad suficiente a todos, y la innovación y evolución de los servicios sería más potente, como la que hemos conocido.

    Algunos especialistas sostienen que la mejor satisfacción social pasa por fórmulas más radicales, que ya se han dado en algunos lugares: que el Gobierno ofrezca conductos, o que grupos o comunidades de usuarios formen sindicatos, cooperativas, condominios o empresas del tipo ISP neutro, para tener derecho de interconexión y controlar ellos mismos la calidad de su acceso a Internet.

    Quizás no tardemos mucho en plantear otra cuestión de amplio alcance social, ¿cómo verían los Gobiernos y las autoridades reguladoras de la UE que se fomenten rating o neutrality labels que identifiquen a quienes proporcionan un acceso neutro a Internet? Es que, a la vista del debate, quizás convenga establecer una etiqueta que permita reconocer a los ISP neutros y su grado de calidad, además de un código de conducta, como hizo Ofcom hace dos años.

    Aspectos regulatorios. Las acciones regulatorias se justifican cuando hay una evidente imperfección del mercado y sea más eficaz que la autoridad la corrija que esperar a que lo haga el primero.

    El prestigioso profesor de la Stern School of Business Nicholas Economides clasifica en seis las consecuencias de abandonar la neutralidad:

    1. Doble pago: two-sided pricing.

    2. Posibilidad de priorización de unos contenidos sobre otros.

    3. El operador determina qué empresa tiene prioridad. Puede darse una pugna de pagos.

    4. Serio obstáculo para los nuevos entrantes. Disminuye la innovación.

    5. Riesgo de que los operadores favorezcan a empresas vinculadas.

    6. Al ser muchas las redes que interconectan los dos extremos, cualquiera o varias de ellas podrían imponer pagos. En consecuencia, se reduciría el tráfico en Internet.

    Si se abandona la neutralidad y se cumple el panorama que describe el profesor Economides, se perjudicaría claramente el interés general y, vista la actitud de los operadores no neutros, sería preciso emprender acciones regulatorias tardías.

    Intereses entre operadores

    Quedaría por analizar a los operadores de telecomunicaciones como generadores de contenidos y de servicios (incluso los de telefonía), estudiando cuáles son las razones de sus éxitos y fracasos. Porque, cuando los operadores desarrollan negocios de generación de contenidos, producen cierta preocupación en las autoridades de competencia y de regulación, por el riesgo de que discriminen a favor de sus participadas o asociadas en detrimento de la competencia.

    También queda por debatir sobre el futuro de la prensa audiovisual y escrita, cómo desean que sea la Red y cuál es su papel en ella. La aparición de Internet y la digitalización de los medios es una realidad que va a provocar que tengan que revisar sus modelos de negocio buscando la forma de monetizar sus contenidos y servicios en la Red. Previsiblemente, los proveedores de contenidos tradicionales serán unos actores importantes en el futuro de Internet.

    Conclusiones. La problemática de un Internet abierto está estrechamente vinculada a un choque de intereses económicos de los grandes operadores que prestan acceso a Internet mediante tarifas planas, y sus servicios telefónicos, con los generadores de contenidos y de nuevos servicios. Parece que el futuro de los ingresos de los operadores y el modelo de precios sea el nudo gordiano de la problemática conocida como Neutralidad de la Red o Internet Abierto.

    La principal preocupación de los operadores es que el ancho de banda se ha convertido en una mercancía donde no hay valor diferenciado, el acceso en redes fijas no tiene grandes barreras, y en los servicios la competencia es alta y global, con precios bajos o incluso aparentemente nulos. Este problema está alcanzando ya a los servicios telefónicos fijos.

    Cambios necesarios

    Por estas razones algunos operadores, para defender sus futuros ingresos y cambiar el modelo de pagos, no han encontrado mejor manera que introducir sutilmente artificios técnicos o económicos para preparar el terreno a un cambio en el modelo de ingresos, y actuar como grupos de presión a favor de sus intereses sin pudor, con una actitud que entra en conflicto con el fair play que debieran tener con sus clientes.

    Tengamos en cuenta que el valor económico del acceso a Internet, como de otros productos, disminuye cuando es muy abundante y aumenta cuando escasea. Y el acceso a Internet cada vez ha de ser más abundante, aunque hoy pretendan hacernos ver que escasea.

    En una economía de mercado, los operadores tienen derecho a maximizar sus beneficios. Pero ellos bien saben que si formulan condiciones abusivas corren el riesgo de ser regulados y de perder clientes.

    Esos operadores principales de acceso quisieran que el problema se resuelva adoptando medidas económicas que repartan los ingresos con los grandes proveedores de información o cambiando el concepto actual de Neutralidad de la Red. Pero según el profesor Weiser, eso no es nada nuevo, simplemente se estaría repitiendo el antiguo debate americano, de hace más de cien años, cuando los entonces proveedores de infraestructuras básicas, los ferrocarriles y Bell, el operador de telecomunicaciones de larga distancia, intentaron tomar una parte del valor de los productos que transportaban. Como consecuencia de ese y otros intentos monopolistas, se asentó el criterio regulatorio de obligar a que los operadores proporcionasen acceso e interconexión sin discriminación.

    Afortunadamente, hay otros operadores e ISP no tan grandes que entienden claramente que el servicio que prestan es de puro acceso a Internet y, consecuentemente, son más neutros.

    Los operadores tendrían que dar un acceso con un backhaul bien dimensionado, sin escaseces, y con suficiente calidad de servicio. Quizás podrían aplicar técnicas de ingeniería de tráfico, pero solamente en determinadas circunstancias reguladas, con limitaciones muy claras y bien conocidas. De no hacerlo así, los usuarios no estarán satisfechos y se producirán quejas y movimientos hacia otros operadores más imparciales y neutros.

    También sería preferible que se ciñan a prestar un puro acceso, sin pretender combinarlo con servicios ni obtener ingresos de terceros que, a fin de cuentas, terminarán pagando los usuarios. Y se compadece muy mal que, mientras haya escaseces -de capacidad, infraestructura, elementos de red, u otros que afecten a la calidad de servicio- la parte del margen bruto que debiera estar aplicada a aliviar dichas escaseces se desvíe a financiar otros negocios o a repartir dividendos más abultados de lo razonable. ¿De verdad creen ustedes que hay escasez de recursos en la Red?

    Posiblemente el debate sobre un Internet abierto continuará hasta que se encuentren posiciones que sean aceptables por los tres grupos que intervienen: operadores de telecomunicación, proveedores de contenidos y usuarios. Esa posición futura de consenso quizá suponga imponer cierta regulación, al menos para fijar reglas transparentes y verificar que se cumplen.

    Sin embargo, el debate sobre la neutralidad de la Red va más allá de la tecnología o de los derechos de los usuarios y los intereses de los operadores. Es una discusión política sobre qué es lo más beneficioso para la sociedad.

    Un rasgo de Internet que hemos visto en los debates sobre neutralidad es que algunos de los que operan las redes no tienen actitudes imparciales, sino fuertes intereses corporativos. Y precisamente esos son los que quisieran que los usuarios les dejemos hacer, dócilmente, sin quejas ni protestas. Pero nuestro silencio pondría en riesgo un modelo que funciona bien y es de interés general. Somos los usuarios quienes debiéramos decidir si queremos pagar un Internet igual para todos, asumiendo que algunos lo usarán mucho -lo que en inglés se conoce como tragedia de los comunes-, o si preferimos un Internet de calidad segmentada con distintos planes de precios.

    Porque lo más importante de todo lo expuesto es que Internet no lo pagan los operadores. Lo pagamos los usuarios. Tenemos, por tanto, algo que decir al respecto.

    Juan José Zubeldia, ingeniero industrial. Ex miembro del Consejo de la CMT. Miembro pro bono del Comité Científico de Wikitel.