Opinión
Juan Fernando Robles: Algo pequeñito... en banca
Se viene hablando mucho de si el tamaño importa o no importa para la supervivencia y rentabilidad de las entidades bancarias y hasta ahora nadie sabía a ciencia cierta responder a la pregunta porque cuando decía que sí, le salían con que tal entidad pequeña ganaba mucho y estaba saneada, y cuando decía que no, le andaban con teorías, hasta entonces indemostrables, de lo bueno que era el tamaño y de las pocas oportunidades que iban a tener los pequeños en el futuro. Pues bien, en este particular concurso, quienes han ganado y los que tenían razón son los que apostaban por el tamaño.
Además, ya vivimos otra época de crisis bancaria que arrancó en los setenta y se cerró en los noventa, que son años de crisis, y se solucionó tanto con un dejarse llevar como con un aumento de tamaño que generó los dos principales bancos internacionales que tienen como base de operaciones nuestro país, que no de negocio.
Lo del dejarse llevar parece que aún sigue como doctrina del Banco de España, que está permitiendo durante demasiado tiempo que entidades dañadas sigan operando embalsando recursos financieros y sin servir a la sociedad para lo que se les otorgó su licencia, que es para hacer de entidades financieras, es decir, financiar, entre otras cosas.
Aunque eso no lo tienen que hacer ni los pequeños ni los grandes, ya que la barra libre del BCE la están invirtiendo en Deuda Pública para que no se nos caigan los palos del sombrajo y para que nadie pueda dejar de pagarles los préstamos que no dan.
La supervivencia de las entidades pequeñas
Aparte de las coyunturas, que son las que demuestran las teorías, existen razones técnicas para que los pequeños tengan poco que hacer en un mercado financiero cada vez más exigente y tecnificado.
Los mercados mayoristas se han puesto duros por muchos años, y la conciencia del riesgo está tan metida en sus tuétanos que se han terminado los días en los que cualquiera emitía y cualquiera compraba. Y las compañías de rating, que miraban a las entidades de aquella manera, como si de cualquier Lehman Brothers se tratara, ahora miran hasta debajo de las alfombras a ver si pudiera haber algo de polvo, y te bajan la calificación por un quítame allá esas morosidades, esos activos adjudicados o ese tamaño que impide capitalizarse.
Hay quien dice que entidades especializadas de pequeño tamaño pueden sobrevivir, si es que la especialización es buena en Banca, que lo bueno es la diversificación, y en España tuvimos nuestra crisis de la banca industrial para saberlo. Así que pequeño y especializado pudiera ser un modelo, pero si la especialidad hace crisis... apaga y vámonos. Ni lo grande y especializado tiene futuro, porque cualquier cosa puede caerse habiéndose caído algo que es el último bastión de la garantía, la reserva del capital de Occidente y el patrimonio de la mayoría de los españoles: el valor de los inmuebles. Novedad que no lo es, pues ya ha pasado recientemente en otras latitudes, aunque quizás no con esa virulencia, e incluso le paso a Julio César y al mismísimo Augusto como fruto de sus guerras civiles.
Y con la diversificación hemos topado, gran enemiga de lo pequeño. La diversificación de una cartera de préstamos es tanto más virtuosa desde el punto de vista de la estadística, y por ende del riesgo, cuanto mayor es su tamaño, y nos lo dicen la matemática y el sentido común, que aunque es el menos común de los sentidos, no deja de ser una buena guía a falta de las ciencias exactas.
Las desventajas del tamaño
Ha faltado tanto sentido común como estadística y quizás esta ciencia sea una tabla de salvación para encarar modelos de banca comercial más racionales y menos sometidos al arbitrio de iluminados de los grandes negocios en cáscaras de nuez, como algunos políticos y clérigos metidos a banqueros, que ya podrían haberse apuntado al arte de Cúchares si lo que les iba era el gran riesgo.
Los pequeños tendrán más caros los recursos, tendrán que dar los créditos más caros y cogerán a los peores clientes, con lo cual tendrán más morosidad, ganarán menos dinero y estarán abocados al fracaso. Tendrán menos acceso a los mercados, tendrán dificultades para aumentar sus recursos propios y, si una nueva regulación financiera exige más aún, lo tendrán todavía más difícil. Tendrán altos costes por tecnología y aun así se quedarán atrás, tendrán que cobrar caros sus servicios y sólo podrán tener clientes dispuestos a pagar esos caros servicios, que serán al final clientes que darán dolores de cabeza.
Así que si Vd. tiene una entidad financiera pequeña ya sabe que tiene poco futuro y que por mucho que cante la canción no ganará el concurso aunque podría ganar si no pone remedio, más tarde o más temprano, la intervención.
Juan Fernando Robles, director del Instituto Superior de Técnicas y Prácticas Bancarias.