Opinión
Rubén Manso Olivar: El tamaño (del sector) no importa
Por motivos profesionales he colaborado en alguna ocasión con productores musicales y compañías discográficas. Suelen referirse a sí mismos como la industria. ¡Como si no hubiera otra! En el mismo sentido, los responsables de la banca suelen referirse a sí mismos como el sector. Y realmente son un sector que, como la industria, goza del favor público.
El sector es el área de la economía más regulado, más supervisado, más intervenido y, por tanto, más ayudado. Ninguna otra rama de la actividad, ni la industria, nos ha dado a los ciudadanos en general más disgustos en los últimos años. Otras ramas menos reguladas e intervenidas nos han dado muchas más satisfacciones como consumidores y no han requerido, finalmente, de la ayuda pública y, mientras nos daban esas satisfacciones, multitud de empresas de esas ramas aparecían y caían.
La ayuda pública para el sector es fruto del exceso de regulación, intervención y supervisión pública: si después de los cuantiosos recursos que el Estado dedica a dichas tareas, el sector presenta problemas, alguna responsabilidad tendrá él mismo.
La concentración de las cajas
En el caso de las cajas de ahorros españolas, esto es más evidente, dado que la regulación sobre órganos rectores deja a las autoridades la elección de los gestores de las mismas. El sector ahora en España está sometido a un proceso de concentración como vía no contestada para solucionar sus problemas de solvencia.
El proceso de concentración está impulsado desde el poder político. El impulso político del proceso demuestra una vez más la desconfianza de nuestros gobernantes, los actuales y los anteriores, a la libre competencia. La falsedad que se pretende traslucir es que si la solución del sector está en su concentración es porque había muchas entidades y que era ese exceso de entidades lo que ha llevado al sector a la situación actual.
Sin embargo, hay multitud de pequeñas entidades que no están entrando en los procesos de concentración abiertos porque no necesitan ayudas públicas. Las fusiones se convierten así en la excusa que justifica las ayudas públicas.
El problema de las entidades lo ha provocado la política monetaria inadecuada del Banco Central Europeo. Una arquitectura, como gusta decir ahora, inadecuada del sistema financiero, que convierte a las entidades en franquicias de un banco central, hace a este último responsable del fracaso de las anteriores.
Costes fijos
El tamaño no soluciona nada. La defensa del mismo es un error que arrastramos de un análisis económico deficiente de los costes de estructura. Suele defenderse el tamaño grande bajo el argumento de que en cualquier actividad existen unos costes fijos mínimos cuya imputación al coste total del producto es decreciente con el aumento de la producción.
Esto parece casi evidente, aunque no es cierto, en la denominada industria pesada. Sin embargo, esta tesis olvida varias cosas. El crecimiento de una organización genera unos costes de coordinación o autoorganización interna que pueden superar en mucho los ahorros generados con el reparto de los costes fijos.
Por otro lado, los costes fijos mínimos, cuando no están impuestos legalmente, como ocurre con la banca, no existen en el estado actual de la tecnología y, además, son cambiantes gracias a la pericia del empresario.
Prácticamente todos los costes fijos pueden convertirse actualmente en variables, como demuestran diversos sistemas asociativos en el sector bancario mismamente, o la presencia de empresarios cuyo negocio es vender los servicios que presta la estructura fija de su empresa a una pluralidad de empresarios.
Por último, es el precio que está dispuesto a pagar el consumidor final el que explica los costes en que un empresario puede incurrir para producir, no al revés. En el sector bancario, los bancos centrales fijan el precio del principal servicio bancario -la financiación- al margen del mercado, suministrando la materia prima en la cantidad que deciden.
El dinero fiduciario, sin respaldo real alguno, que emiten los bancos centrales, ha generado un exceso de demanda del producto que ha ocasionado un espejismo en las decisiones de las compañías bancarias que las ha llevado a instalar lo que ahora es un exceso de capacidad. Pero un exceso de capacidad instalada no quiere decir necesariamente que sobren entidades individuales, sino que algunas de éstas son demasiado grandes.
No es sólo cuestión de tamaño
La reducción del sector no tiene por qué venir por la concentración de éstas, sino por la reducción del tamaño de las mismas. Los procesos de concentración promovidos por el poder público reconocen que hay exceso de capacidad instalada en el sector financiero, pero como desconfían de los beneficios de la competencia, o no quieren reconocer los errores públicos cometidos, favorecen la desaparición de entidades.
La creación de entidades más grandes sin más lógica que la pasión por el tamaño, o por la reducción del número de competidores, no es una buena noticia aunque asistamos excitados a cada noticia de un nuevo acuerdo. El sector necesita más competencia, lo que significa que las entidades deben dejar de ser franquicias de un banco central que les facilita el producto y les indica el precio, y que ha terminado por asumir sus pérdidas, por cubrir sus costes de reestructuración (generalmente a través de otra agencia pública) y por convertirlas en totalmente irresponsables de sus actos. El tamaño no importa si se tiene imaginación y se hace un buen uso del mismo.
Rubén Manso Olivar, Mansolivar & IAX. Profesor de la Universidad de Alcalá. Inspector de Entidades de Crédito del Banco de España (excedente).