Opinión

Julio Anguita: Presos de sus incongruencias



    El discurso económico oficial que imponen los mercados y sus portavoces, los gobiernos de la Unión Europea, pivota sobre dos ejes: la contención del déficit y la esperanza puesta en la tan ansiada recuperación de la economía.

    El primero es al que se están entregando con fruición rayana en el sadomasoquismo; el segundo es el objeto de augures, arúspices y demás adivinadores que cada mañana rastrean los datos bursátiles buscando la buena nueva de los brotes verdes del relanzamiento económico.

    Las experiencias de crisis remotas, e incluso las de situaciones difíciles más cercanas, les están indicando que el déficit puede ser -es, sin duda- la manera más eficaz de regenerar los impulsos de recuperación basados en la capacidad adquisitiva de la población y en la planificación de infraestructuras y obras públicas necesarias; y todo ello junto con una banca embridada y obligada a lubrificar el sistema. Nada nuevo en la tradición de la llamada Europa del Bienestar.

    Hace cuatro años, Francia y Alemania incumplieron las cláusulas sobre el déficit que impone el Tratado de Mäastricht; todo el mundo miró hacia otro lado. ¿Por qué ahora esta exacerbación de la ortodoxia monetarista?

    El problema estriba en lo que acertadamente señala James K. Galbraith: "A los banqueros no les gusta nada el déficit fiscal porque compite con los préstamos bancarios como fuente de crecimiento". Si el tijeretazo se extiende y profundiza, ¿cómo calculan que comience la recuperación? Atados a sus dogmas burocráticos que tanto seducen a los "mercados", están todos los días poniendo velas a una cosa y simultáneamente otras a su contraria.

    Quizás sean conscientes de que los sectores productivos capaces de dinamizar el empleo no son "competitivos" o no se corresponden con una economía basada en la oferta.

    Pero ése es el problema del sistema.

    Julio Anguita, ex coordinador general de IU.