Opinión

Editorial: La reforma laboral de Frankenstein



    Si un parto llega a los nueve meses, ¿qué tarda dos años? Esperemos que esta reforma laboral no haya cogido tantos trocitos de aquí y allá para hacer lo justo con lo que contentar a sindicatos, empresarios y mercados. En esas condiciones, al final, podríamos parir un Frankestein. Por el momento, lo que se conoce no permite ser optimista. Para empezar, se intenta limitar los contratos temporales cuando en estos momentos resulta casi la única forma de que se haga un contrato.

    Además, se concede un caramelo a los sindicatos abriéndoles la puerta para entrar en las pymes, lo que busca solventar la dificultad que hay para llegar a un acuerdo colectivo en una organización pequeña pero, en última instancia, puede generar más problemas. Respecto al contrato de 33 días, sigue sin hacerse extensivo por completo, con limitaciones como que el nuevo empleado haya estado cierto tiempo en paro.

    También se pretende que puedan despedir con 20 días si hay pérdidas durante 6 meses, sin embargo, esos resultados pueden adulterarse y, por tanto, llevarse a los tribunales para discutir cualquier provisión hecha por la empresa. Se quiere establecer un arbitraje que pueda facilitar la resolución de conflictos, pero está por ver cómo puede funcionar. Y encima se plantea una subida de cuotas para financiar el modelo austriaco que se compensaría con... ¿impuestos? ¿Dónde está la flexibilidad real de las empresas permitiendo que se pueda negociar todo dentro de ésta? ¿Y qué hay sobre un contrato único que realmente brinda al trabajador derechos conforme mejora su desempeño? Zapatero necesita hacer más. O andaremos como Frankestein.