Opinión

Antonio Papell: Boyer irrumpe en el debate económico

    El ex ministro Miguel Boyer.


    El error de la vicepresidenta Salgado al tratar de estrangular súbitamente la financiación de los ayuntamientos, agravado por el hecho absurdo de pretender atribuirlo a una pura equivocación material, ha contribuido a enrarecer aún más el ambiente.

    Y todo esto en un clima crispado por el severo ajuste económico, recalentado por el estilo barriobajero con que la oposición desempeña últimamente su papel, y deprimido por la caída de las expectativas de los ciudadanos, que cada vez están más preocupados por la tardanza de la recuperación que no terminan de palpar ni con la punta de los dedos.

    De hecho, Funcas ha rebajado hoy mismo el optimismo del Gobierno con previsiones mucho más pesimistas que las oficiales: tras el ajuste el crecimiento en 2011 será de sólo el 0,3% (el Gobierno prevé el 1,3%), y se conseguirá reducir el déficit al 6,9%.

    En este marco desolado, lleno de gritos y dicterios, sin un sólo referente firme al que agarrarse, el clarificador artículo de Miguel Boyer publicado hoy en El País, continuación de un espléndido análisis de hace unos meses, ha desempeñado un efecto balsámico. Primero, porque en medio del colosal griterío respalda en términos generales las políticas gubernamentales del 2009, que fueron de estímulo fiscal de acuerdo con las insistentes recomendaciones del FMI y de la OCDE.

    Explica cómo, cuando comenzaban a verse resultados en el horizonte y parecía llegado el momento de detener tales estímulos para centrarse en la contención del déficit -conviene recordar que Salgado fue duramente criticada por adelantar a este año la subida del IVA-, la crisis griega y la desconfianza de los mercados han obligado a realizar inesperadamente un cambio radical: "en la primavera de 2010 -escribe Boyer- la prioridad absoluta ha pasado, en toda Europa, de mantener estímulos a dar tajos al gasto público, para reducir aceleradamente los déficit". En otras palabras, según el primer ministro de Economía de Felipe González, "el gobierno hizo en 2009 los deberes que tocaban entonces y ahora hace los deberes que tocan hoy".

    La reforma laboral es necesaria

    Boyer dedica la mayor parte de su artículo a demostrar la importancia que tiene en este momento la reforma laboral, que ha de conseguir que el elevado desempleo estructural español, que es del orden del 10% (frente al 7% en Europa y el 4,5% en Estados Unidos) no se incremente.

    El eje de dicha reforma debería ser un contrato indefinido único con un coste de despido comparable con el que rige en Alemania -30 días por año trabajado-, capaz de incentivar que el empleo que se cree sea estable y que el trabajador pueda ser sometido a un proceso de formación.

    "La contracción de la construcción en 5 ó 6 puntos del PIB -explica- exige una formación de los trabajadores mucho mejor que la anterior, para nutrir el aparato productivo", que habrá de expandirse mediante actividades de alto valor añadido.

    Finalmente, Boyer hace una severa advertencia a la demagogia de la oposición, que da por hecho que la dureza del ajuste desgastará electoralmente al Gobierno hasta tal punto que la victoria del PP ya ha de darse por descontada: "el ajuste y las reestructuraciones que tuvimos que hacer en 1983 y 1984 -escribe el ex ministro- fueron muy duros y, sin embargo, Felipe González gobernó 12 años más.

    Una encuesta reciente mostraba que más del 60% de los conciudadanos se quejaban -son humanos- de las medidas presentadas por Rodríguez Zapatero. Y, a renglón seguido, el 60% de ellos quería que la oposición apoyase estas medidas".

    Conviene recordar que Boyer, retirado de la política desde poco después de abandonar el Ministerio de Economía en los ochenta, se ha dedicado a la empresa privada y ha enfriado sus antiguas relaciones con el PSOE porque se aproximó a Aznar durante las dos legislaturas de éste. Hoy, Boyer, ajeno a la gran disputa política, es un referente de independencia y objetividad.