Opinión

Javier Nart: Mafia, España y lavandería



    Por mi trabajo como abogado tengo una habitual relación con la Policía y la Guardia Civil, que nada tienen que ver con aquellas que conocí en mis tiempos mozos cuando la investigación se resolvía mediante una contundente persuasión sobre el pellejo del sospechoso que, faltaría más, debidamente tratado, confesaba con pelos y señales sus pecados e incluso los ajenos asumiéndolos como propios.

    Confesión que servía para que dignísimos magistrados desde la atalaya de su alta dignidad hicieran oídos sordos a denuncias de palizas y torturas.

    Teníamos la mejor policía? o la peor magistratura, ya que jamás se condenó por torturas.

    Ahora los cuerpos de seguridad están altamente profesionalizados y la investigación es previa a la declaración. Recuerdo cómo un Guardia Civil especializado en delincuencia económica, tras las negativas del acusado, le presentaba implacablemente las pruebas que refutaban cada una de sus mentiras. A la cuarta o quinta le dije a mi cliente "no haga más el ridículo y diga la verdad". Porque el juez entendería que hasta su verdad sería mentira.

    Con esta Guardia Civil, con estos inspectores y comisarios, mostraba mi extrema preocupación, que era también la de ellos, en la despreocupación con que el poder permitía la llegada incontrolada de dinero no ya negro, sino rojo (ensangrentado) del crimen organizado. Dinero que pasaba a ser convenientemente depurado a través de esa gigantesca lavadora que ha sido la burbuja inmobiliaria, íntimamente conexa con la corrupción política.

    Y ahora leo cómo un experto ruso en mafias orientales define con precisión lo que tantas veces habíamos comentado: "Todos los mafiosos sueñan con irse a vivir a España. Pueden comprar sin dar más explicaciones propiedades inmobiliarias. Y corromper a sus políticos es más fácil que con los franceses y británicos".

    Sol, sexo y sangría.

    Y sangre.

    Y mierda, muchísima mierda.

    Javier Nart, abogado.