Opinión

Javier Anta: Despotismo renovable



    A finales de enero, José María Barreda, presidente de Castilla-La Mancha, denunciaba en una entrevista que "Industria actúa como en la España predemocrática". La grave acusación forma parte del sainete que la clase política nacional nos viene ofreciendo a cuenta de la ubicación del futuro almacén de residuos nucleares.

    A diferencia de la cúpula energética del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio (MITyC), el presidente castellanomanchego debe su cargo a los ciudadanos, y sabe que la oposición al Gobierno central conlleva réditos políticos locales.

    Pero no por este componente electoralista su afirmación es menos cierta: las maneras del sanedrín energético del MITyC no son propias de un Estado democrático. En el sector de las renovables llevamos toda la legislatura comprobándolo.

    Ni voz ni voto

    Las asociaciones sectoriales, las legítimas representantes de los centenares de empresas del sector, no hemos tenido oportunidad de participar en ninguna de las importantísimas reformas regulatorias que se han producido desde el desembarco en el MITyC del ministro Miguel Sebastián y del secretario de Estado de Energía, Pedro Marín, como la promulgación del Real Decreto-Ley 6/2009, que extendió el registro de preasignación de retribución de la fotovoltaica a todas las energías renovables.

    Es más, ni Sebastián ni Marín se reúnen con las asociaciones, de las que se afirma estar "hasta las narices", aunque sí con algunas empresas, bien porque son amigas, bien porque deben cumplir instrucciones jerárquicamente superiores.

    Así ocurrió el pasado noviembre, cuando se inscribieron en el registro de preasignación de retribución 8.500 MW eólicos y termosolares: únicamente se informó cara a cara a algunas de las compañías interesadas. Y así vuelve a ocurrir ahora, cuando se nos anuncia que el futuro del sector se va a negociar a puerta cerrada el próximo viernes con un número de empresas que se puede contar con los dedos de una mano.

    Parece mentira, pero ha sido más fácil que Sebastián y Marín encuentren un huequito en la agenda para saludar -de pie, fría y escuetamente- a los representantes del sector renovable español en las ferias internacionales de EEUU que en el propio territorio nacional. Incluso los contactos de tipo técnico -que no les afectan a ellos dos directamente y que son necesarios para conocer la situación del mercado y pulir las aristas regulatorias- se han visto reducidos durante muchísimos meses a una mera relación epistolar no recíproca, en la que el MITyC ha dado la callada por respuesta.

    Cabe preguntarse... ¿En qué etapa histórica predemocrática se inspiran Sebastián y Marín? Quizá Barreda piense en la España de Franco, pero el referente es otro, bastante más lejano: han tenido que remontarse al Antiguo Régimen, allá por el siglo XVIII, para poder compaginar la doctrina prorrenovable del Gobierno socialista y su sistemático ninguneo al sector de las energías limpias.

    En aquella época, el Estado moderno apenas existía, los ciudadanos eran súbditos y la sociedad se articulaba sobre la relación privada entre el señor y su vasallo. Entonces, las monarquías absolutas europeas -sin modificar las estructuras feudales- adoptaron las ideas de la Ilustración y aplicaron el principio "todo para el pueblo, pero sin el pueblo". Hoy, trescientos años después, el MITyC se rige por una variante: "Todo para las renovables, pero sin las renovables".

    Javier Anta, presidente de la Asociación de la Industria Fotovoltaica (ASIF).