Editorial: Salgado y las cuentas de la lechera
Salgado tiene ya hechas las cuentas de la lechera. La vicepresidenta afirma que el Gobierno ha conseguido estabilizar la economía y que la vuelta al crecimiento es inminente. Cree que la recuperación ha comenzado fuera y sólo hay que subirse al tren. Menos mal que el Comisario Europeo Olli Rehn le dio el sábado un tirón de orejas.
Con el respaldo del BCE y los ministros de Finanzas de la eurozona, Rehn dijo en público a Salgado que la promesa de reducir el déficit del 11 al 3 por ciento en cuatro años no es creíble, que le falta concreción. Los europeos temen que España se convierta en una réplica de Grecia a mayor escala. Calculen: hoy el dinero destinado a sufragar el paro absorbe lo recaudado por IVA; el coste de los funcionarios representa casi el doble de lo tributado por IRPF; y el déficit incurrido durante 2009 casi equivale al total de lo que ha ingresado el Estado en ese mismo año. Eso no es sostenible. Y por mucho que se empeñe el Gobierno, ningún experto prevé una recuperación que pueda devolvernos a la bonanza que nos permitió una estructura de costes tan alegre. Y con unos salarios que crecen por encima de la inflación, nuestra competitividad no parece preparada para aprovechar una supuesta mejora en el exterior.
Si nuestros planes para reformar las pensiones quedan aparcados, la reforma laboral se retrasa, las medidas de recorte siguen sin detallarse y anunciamos más gasto en infraestructuras y subvenciones al coche eléctrico, al fin el mercado nos acabará asfixiando con una financiación cara. El sábado, la UE perdió una oportunidad excelente para ser más dura con las cuentas de Salgado.